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¿CÓMO CONSEGUIR DE TU PAREJA LO QUE TÚ QUERRÍAS?

¿CÓMO CONSEGUIR DE TU PAREJA LO QUE TÚ QUERRÍAS?

Seguramente que crees que ya lo has intentado todo y que nada te ha resultado. No logras que tu pareja se acerque a lo que tú desearías de la relación. Te invito a que revises por qué no lo has logrado.

Para eso te voy a pedir que abras bien tus ojos y tu mente. Ojalá que estés dispuest@ a mirarlo desde otro ángulo. Pregúntate si el problema está en lo que esperas y/o en los métodos que haz empleado hasta ahora. Después te sugiero distintos caminos que quizás puedan darle a ambos una mejor salida.

Parte por cuestionarse las expectativas que tienes puestas en tu pareja:

Ten muy claro lo que esperas de tu pareja y de la relación en ese aspecto que quieres cambiar. Escríbelo y redáctalo de la forma que estimes.

¿A qué área de la relación pertenecen tus expectativas frustradas: a la afectiva o a la instrumental (educación de los hijos, roles, quehaceres, uso del tiempo libre)?

¿Son realmente “necesidades” o solo es lo que prefieres o desearías?

¿Son expectativas realistas o están basadas en cómo crees que supuestamente “debería” ser para que así te sintieses amad@ y feliz?

¿De dónde provienen tus expectativas? ¿de tus creencias(revisa “nuestra relación no está funcionando“), ¿de carencias personales(Revisa tu estilo de personalidad con el  Test de Personalidad del Eneagrama) o ¿quizás de tu inseguridad afectiva(Realiza Test de Apego y descripciones de los distintos estilos de apego inseguro)?

Ahora pasa a cuestionarse cuál es la forma o modo que has usado hasta ahora para conseguir que tu pareja cumpla con lo que tanto anhelas:

¿Utilizas la seducción y la conquista?: Esto es hacer tan atractivo lo que tú deseas que tu pareja también llegue a desearlo.

¿L@ intentas convencer?: Esto es darle un sin fin de argumentos o le refriegas que “todos” están de acuerdo con tu punto de vista menos él/ella.

¿L@ intentas manipular?: O sea, te resistes pasivo-agresivamente si no hace lo que deseas o te distancias aparentando indiferencia.

¿Le intentas generar culpa?: le haces reproches eternos; o lo culpas de tus enojos o de tu sufrimiento; lloras, “haces” algún síntoma (p.e. dolor de cabeza o de estómago); o “haces” algún problema (p.e. te las arreglas para que te vaya mal en algo).

¿L@ descalificas?: insistir en que está equivocad@, que es irracional, que no sabe amar, que está “enfermo”, que es cruel o malo.

¿Lo intentas imponer “en nombre del amor”?: le haces ver todos los “deberes” que supuestamente tendría que cumplirte si de verdad te amase o si quiere que ambos vivan en paz y felices.

¿Te enrabias?:  l@ tapas a críticas, retos, le haces ver tu menosprecio, le gritas

¿L@ amenazas? Con separarte, distanciarte, etc.

¿L@ castigas y utilizas violencia verbal o física?

Ahora te muestro otros caminos que pueden servirte para lograr tu objetivo:

No más de lo mismo: si empleas la seducción probablemente puedas saltarte este paso, sino renuncia al método que obviamente ya no te dio resultado.

Aprende a comunicarte de otro modo: usa las reglas de comunicación

Haz pedidos concretos y acotados: reemplaza los reclamos por pedidos (y además, por favor)

No basta con pedir: llega a acuerdos y asegúrate que tu pedido fue aceptado antes de reprocharle que no lo cumple

Negociar sin argumentar: usa las reglas de la negociación

Hagan juntos una re-distribución de roles hasta que sea equitativa para ambos

Trabajen juntos las falencias de la relación: son una pareja que evita los conflictos o viven peleando para evitar la intimidad emocional

Y sino… siempre les queda ir a terapia.

¡NUESTRA RELACIÓN NO ESTÁ FUNCIONANDO!

¡NUESTRA RELACIÓN NO ESTÁ FUNCIONANDO!

¿Cómo sabemos que algo anda mal con nuestra pareja? ¿Existe algún factor común detrás de las separaciones? La respuesta a ambas preguntas sería una sola: ¡las expectativas!.

Así es, ni las peleas, ni la falencias en la comunicación, ni la rutina, ni tan siquiera la famosa “incompatibilidad” serían los generadores de fondo de la mayoría de las decepciones, conflictos o distanciamiento en las parejas. Si observamos con atención podemos ver que al final todo parece reducirse a la enorme frustración que sentimos porque nuestras expectativas no se estarían cumpliendo, ya que pensamos que no estamos funcionando como debiésemos. Pareciera que supiésemos muy bien cómo tendría que ser nuestra relación para que pudiésemos ser felices, cómo tendría que comportarse nuestra pareja si nos amase de verdad e incluso qué tendríamos que sentir nosotros si estuviésemos realmente enamorados.

Más de alguien podría refutarnos: ¿pero qué pasa con la infidelidad, los problemas sexuales, los maltratos, las adicciones, …? Aparentemente no tendrían nada que ver con las expectativas. Mas ¿qué llevó a que una persona fuese infiel, desarrollase una disfunción sexual, tratase agresivamente a su pareja o cayese en un hábito autodestructivo?. Muchas veces todas estas situaciones son el resultado de la insatisfacción por no estar recibiendo lo que esperábamos .

Nuestra sociedad está plagada de juicios normativos basados en ideas prejuiciosas que vamos absorbiendo desde niños sin darnos cuenta. Es así como fuimos forjando una serie de creencias que con el tiempo se transformaron en verdades absolutas y suponemos que nuestra felicidad depende de que ellas se materialicen en nuestra vida. Pero como en general son aspiraciones poco realistas, es muy difícil que se den en la realidad. Entonces interpretamos que ESA sería la causa de nuestras desdichas y por lo tanto sentimos que su realización es para nosotros una verdadera necesidad, confundiendo preferir algo con necesitarlo.

Particularmente en el ámbito de las relaciones solemos culpar a nuestra pareja por no querer o no poder satisfacer nuestras “necesidades”. Sin embargo, más que una necesidad genuina lo que pareciera que “necesitamos” es esa tranquilidad de sentir que estamos llevando nuestra relación de la forma correcta, como si así estuviésemos respetándonos a nosotros mismos y no estuviésemos en una posición indigna, confundiendo orgullo con dignidad, creyendo que defendemos nuestro yo cuando lo que estamos protegiendo es meramente a nuestro ego.

¡Es tanto lo que hoy en día le demandamos a la persona que amamos! Y es que los ideales románticos que impregnan nuestra cultura han llevado a la construcción de un montón de mitos en torno al amor. Aspiramos a que nuestra pareja nos ame incondicionalmente, nos haga sentir seguros y deseables, nos comprenda, nos contenga, nos ayude, nos cuide, nos precave de la soledad, sea generosa, se sacrifique por nosotros, colme todos nuestros anhelos, etc, etc. Más aún, como se supone que para que nuestra relación funcione tendríamos que ser compatibles y por tanto desear lo mismo en la vida, no deberían producirse discusiones y ni siquiera sería necesario negociar.

Como semejantes metas son imposibles de lograr nos sentimos muy decepcionados. Ahí es donde arrecian los reclamos hacia nuestra pareja – con cara de exigencia ofendida – como si tuviésemos derecho a ello, como si tuviese la obligación de hacernos feliz, so pena de acusarla de no amarnos como debería o, peor aún, de no saber amar. No obstante, olvidamos que el amor parte de la seducción, no de la imposición y que se vive en el mundo real, no en un mundo ideal.

Ante las inevitables desilusiones, hay quienes consideran que no quedaría otra que separarse y muchos optan por buscar a otra persona que sí les cumpla sus expectativas. Y es que estamos convencidos de saber cuál es el origen de nuestras dificultades y pensamos que la solución es obvia y muy simple: si tan solo el otro fuese…, no fuese…, hiciese…, no hiciese…, etc. Nos sentimos tan seguros de estar en la razón que no vemos la necesidad de cuestionar nuestras opiniones ni menos preguntarnos cómo llegamos a ellas, como si hubiesen sido el resultado final de sesudos meta-análisis. Pero tengamos muy presente que nuestras sensaciones de descontento son inevitablemente muy subjetivas y relativas, puesto que en última instancia dependen de nuestras creencias y expectativas. Mientras más alta sea la vara de los ideales a alcanzar, mayor será la probabilidad de frustrantes decepciones.

Recordemos que lo primero es el pensamiento y que de ahí proviene después la emoción. Es decir, detrás de cada perturbación emocional habría una interpretación de que algo no está funcionando bien, como si nuestro cuerpo nos estuviese hablando, advirtiéndonos. A su vez traducimos esas sensaciones corporales negativas como si fuesen la confirmación de nuestros problemas de pareja, cerrándose así un perfecto círculo vicioso. Sin embargo, todas esas lecturas las estamos haciendo desde la mirada dictada por nuestros “deberías” y por nuestros “no-deberías”.

El amor es un juego con expectativas o, más exactamente, con expectativas esperables y por eso esperadas. Pero cuanto más altas se vuelvan las expectativas y las expectativas de las expectativas, tanto menos pueden cumplirse (Richard David Precht, filósofo alemán).

APEGO AMBIVALENTE EN PAREJA

APEGO AMBIVALENTE EN PAREJA

Por Ps. Dra. Alejandra Godoy H.

¿A veces dudas del amor de tu pareja y de que vuestra relación esté funcionando bien? ¿Te cuesta confiar y te proteges poniendo distancia para que tu pareja no note todo lo que la necesitas? Quizás estés entre los que fluctúan entre acercarse y alejarse para sentirse seguros en el amor.

Estas tendencias forman parte del Apego Inseguro Ambivalente-Temeroso. Los seres humanos necesitamos haber construido vínculos afectivos sanos y estrechos en la infancia para que cuando adultos podamos sentirnos seguros en nuestra relación de pareja. Es lo que se conoce como apego e influye no solo en cómo nos sentimos sino que también en cómo pensamos.

Existen principalmente cuatro tipos de apego según la combinación entre nuestra autoimagen y la imagen que tengamos de los demás. En un polo estaría el apego seguro caracterizado por una imagen positiva tanto de uno mismo como de los otros. Y en el otro polo se ubicarían tres estilos de apego inseguro: el ansioso, el evitativo y el ambivalente. Como a las personas inseguras les es difícil regular sus experiencias emocionales, les cuesta mucho mantener un equilibrio entre aproximarse y alejarse, entre depender o desconectarse de su pareja.

Quienes tienen un Apego Ambivalente poseen una imagen negativa tanto de sí mismo como de los demás. Al no confiar lo suficiente en sus fortalezas ni en sus habilidades, creen que son débiles e indefensos, como si no fuesen capaces de hacerse cargo de ellos mismos. Son quienes sufren de una autoestima bastante baja, por lo que requieren de la validación – y ojalá de la aceptación incondicional – de los demás. Es así como no solo le temen a la soledad, sino que también suelen caer en la dependencia, pero ello les genera una gran angustia. Como en el fondo desconfían de la real disponibilidad de su pareja, tienden a malinterpretar y a sobrereaccionar.

Son personas en que se combinan, entonces, la angustiante necesidad afectiva de los ansiosos con la actitud huidiza de los evitativos, por lo que tienen conflictos internos y externos. Necesitan mucho a su pareja pero es tanto su temor al rechazo y a sufrir que no se atreven a entregarse plenamente, cayendo en una suerte de inhibición conductual. Es decir, aunque serían muy dependientes, se comportan defensivamente de forma pasivo-rechazante. En su constante lucha por mostrarse autosuficientes, se retraen y terminan boicoteando la posibilidad de gozar de una relación satisfactoria. Tratan de no inclinarse ni al polo de la cercanía ni al de la distancia, permaneciendo en una tierra de nadie. Esta lucha interna les puede originar una cierta ira, tristeza, miedo, vergüenza y escasa tolerancia a la frustración.

Cuando niños sintieron que sus cuidadores tenían hacia ellos fluctuantes y desconcertantes cambios de actitud. Es así como quedaron con la sensación de que ellos eran de alguna forma defectuosos y que por eso habían sido abandonados emocional y/o físicamente. Para protegerse optaron por la hipervigilancia y por disociarse del dolor. Cuando adultos su visión del amor y de los vínculos se va tornando ambivalente. Aunque al inicio de una relación desean unirse profundamente, a medida que aumenta la intimidad los invade el miedo a salir heridos si se entregan demasiado. Sin embargo, con el paso del tiempo, oscilan entre querer fundirse con su pareja y su resentimiento justamente por depender de ella.

Parte de su habitual vaivén se refleja en que a veces tienden a dudar del amor del otro y no están seguros si están funcionando bien como pareja. Como suelen necesitar pruebas de afecto, para lograrlo se muestran indefensos o expresan su incertidumbre e inquietud respecto al futuro de la relación. En ocasiones su angustia es tan alta que se traduce en abierta molestia, con lo que ellos mismos pueden terminar provocando el alejamiento del otro, a modo de profecía autocumplida.

En el área sexual su miedo a entregarse les impide soltarse de forma adecuada por lo que no se contactan bien con sus sensaciones eróticas. Otros tienden a observar casi obsesivamente su desempeño sexual temiendo que cualquier falencia podría hacer fracasar toda la relación. De este modo su misma ansiedad puede interferir en el deseo, el funcionamiento y en el grado de satisfacción. En casos extremos algunas mujeres sufren de erotofobia, siendo dominadas por la culpa y el rechazo al sexo. A ellas les cuesta aceptarse a sí mismas como sexualmente activas, evitando tanto las fantasías eróticas como la masturbación.

PAREJAS QUE EVITAN ENFRENTAR LOS CONFLICTOS

PAREJAS QUE EVITAN ENFRENTAR LOS CONFLICTOS

Por Ps. Dr. Alejandra Godoy H.

¿Son ustedes una pareja que se quiere mucho, la pasan bien juntos y casi nunca pelean? Es posible que estén evitando los conflictos y que eso les puede traer más adelante costos que no han previsto.

Las personas que conforman este tipo de pareja son agradables, amables, cooperadoras, controladas y tradicionales, aunque un tanto perfeccionistas y rígidas. Se esfuerzan en que su relación funcione, rara vez se enojan y tienden a auto-sacrificarse para complacer al otro. ¡No es de extrañar que sean vistos como la pareja ideal!.

Muchos vienen de familias más bien convencionales, exigentes e idealistas, donde no eran bienvenidos los desacuerdos ni la expresión de emociones negativas. Por lo que cuando niños generalmente aprendieron a ocultarlas y a evitar mostrar su enojo. Otras veces pudieron sentir que tampoco había espacio para evidenciar sus frustraciones, dado que existían graves problemas en su entorno familiar.

Así que cuando adultos suelen presentar una cierta inseguridad afectiva, la que se manifiesta en que no se sienten muy dignos de ser amados y tampoco confían en que el amor de su pareja sea realmente ni tan profundo ni tan estable. Es por ello que muchos temen que la relación se rompa si expresan de forma clara y abierta sus insatisfacciones y su molestia, ya que entonces podrían afloran todos esos conflictos soterrados que han estado tapando. De modo que, en cambio, intentan ser personas maduras, buenas, exitosas, que se manejan muy bien en todos los ámbitos de la vida. Especialmente tratan de hacer lo correcto en la relación de pareja, por lo que son pacientes y casi nunca discuten.

No obstante, a pesar de la cordialidad que reina en su vida cotidiana, adolecen de serios déficit en el área de la intimidad emocional y prefieren privilegiar los espacios familiares por sobre los momentos a solas con la pareja, así como también priorizan los aspectos laborales y económicos por sobre los relacionales. Y es que a estas parejas parece incomodarles tanto el exceso de distancia como el exceso de proximidad, fluctuando ambivalentemente entre el necesitar al otro y el proteger su autonomía. Es como si tuviesen miedo a la posibilidad de una separación porque se saben dependientes, pero al mismo tiempo se sintiesen ahogados si están demasiado cerca. En efecto, no solo temen perder al ser que aman, sino que asimismo temen perder la sensación de apoyo y de pertenencia.

En aquellas escasas ocasiones en que procuran entablar una conversación más de fondo, la comunicación entre ellos no es muy fructífera debido a que se encuentra limitada por los denodados esfuerzos que hacen por soslayar las discusiones. Inconscientemente ambos eluden aquellas circunstancias que pudiesen conducir a una confrontación abierta durante la cual salieran a la luz los problemas que están encubiertos. Ello lleva a que al final no puedan resolver sus diferencias, sino que se limitan a ir acomodándose a las distintas situaciones.

Por otro lado, como muchas veces sus expectativas son más bien idealizadas que realistas, generalmente se ha ido instalando un trasfondo de gran insatisfacción. Peor aún, en ocasiones ni siquiera están plenamente consciente de cuán descontentos están. A estas alturas la pareja ha arribado a una situación de impasse en que se han ido acumulando y agravando una serie de conflictos que tienden a percibir como inmanejables e irresolubles, estando seguros además que si los abordasen implicaría ineludiblemente una ruptura definitiva.

Sin embargo, esta contención de la expresión emocional y el no comunicar abiertamente sus desacuerdos, obviamente que a la larga les acarreará importantes costos. Por una parte, puede bloquearse el contacto tanto con sus emociones positivas como con sus sentimientos de amor hacia su pareja, algo que los asusta y los angustia. Por otra parte, al reprimir durante tanto tiempo las emociones negativas, el resentimiento se ha ido instalando de forma imperceptible. De este modo la relación se va deteriorando, en un principio de manera silenciosa, pero posteriormente uno de ellos o los dos pueden presentar algún tipo de síntoma tal como depresión, ansiedad, arranques explosivos, infidelidad o alguna disfunción sexual, principalmente la pérdida del deseo sexual por la pareja, fenómeno al que le hemos acuñado el nombre de ‘Selectivo Relacional’).

A veces el síntoma o la infidelidad cumplen la función de generar una crisis tal que los obligue a dejar de lado ese manto de amabilidad controlada tras el cual se ocultaban. En estos casos el propósito final – si bien inconsciente – sería forzar un cambio en la relación con el objetivo último de salvarla. No obstante, aunque dicha crisis pueda haber evidenciado esos conflictos que no se habían atrevido a enfrentar, no es infrecuente que ambos después se coludan para que las cosas vuelvan al status quo anterior. Pero, si no estuviesen dispuestos a reconocerlos y resolverlos, es posible que se desaten nuevas crisis y que finalmente terminen separándose.

La buena noticia es que en estas parejas evitadoras de conflicto el pronóstico suele ser muy bueno si recurren a la ayuda de un profesional para solucionar sus problemas, especialmente en aquellos casos que han consultado poco tiempo después de ocurrida la crisis y han estado dispuestos a trabajar juntos para descubrir como participó cada uno de ellos en construir esa dinámica relacional que originó el impasse.

APEGO ANSIOSO EN PAREJA

APEGO ANSIOSO EN PAREJA

Por Ps. Dr. Alejandra Godoy H.

¿Sientes a veces que tu pareja pone distancia, que no te prioriza? ¿Sientes que tú eres más demostrativo y entregas más a la relación que tu pareja? Quizás estés entre los que se sienten inseguros y se ponen ansiosos en el amor.

Estas tendencias forman parte de lo que se conoce como Apego Inseguro Ansioso-Dependiente. Todos nosotros necesitamos construir vínculos afectivos sanos y estrechos durante la infancia para que, cuando adultos, podamos movernos seguros dentro de nuestras relaciones afectivas. Esto es lo que se llama apego y nos influye no solo en cómo nos sentimos sino que también en lo que pensamos.

Existen principalmente cuatro tipos de apego según como sea la combinación entre tu autoimagen y la imagen que tengas de los demás. En un polo está el apego seguro, en que hay una imagen positiva tanto de ti mismo como de los otros. Y en el otro polo estarían tres estilos de apego inseguro: el ansioso, el evitativo y el ambivalente. Quienes goza de un apego seguro regulan sus experiencias emocionales manteniendo un adecuado equilibrio entre cercanía y distancia, en tanto que los inseguros se inclinan – en exceso – ya sea hacia la dependencia, hacia la desconexión o hacia ambos.Los ansiosos poseen una imagen negativa de sí mismo, pero una positiva de los demás, aunque los ven como reacios a comprometerse y a entregarse totalmente. Como no se creen muy inteligentes y se perciben un tanto débiles, dudan de su propia valía y de cuán queribles son realmente. Es por ello que su autoestima depende de como los evalúen los otros. Así su autonomía se torna deficiente, pasan a sentirse de algún modo como indefensos y pueden caer en actitudes sumisas y complacientes.

Cuando niños percibieron que sus padres los trataban de forma ambivalente, impredecible e injusta. A veces eran afectuosos con ellos, cálidos, consentidores e inclusive dificultaron que se independizaran al sobreprotegerlos y evitar que asumieran riesgos. Pero en otros momentos eran indiferentes, insensibles y los castigaban sin mayor motivo. Así se fueron tornando hipersensibles y con tendencia a angustiarse fácilmente en el ámbito afectivo.

Cuando adultos las relaciones amorosas les son demasiado importantes y no les gusta pasar mucho tiempo solos. Suelen enamorarse de forma rápida e impulsiva, mostrando una intensa y temprana apertura emocional. Acostumbran iniciarse muy temprano en su vida sexual, a veces para que el otro no se enoje y los pueda abandonar. En general usan el sexo para sentirse más cerca y queridos, no tanto para la gratificación sexual. Si se sienten inseguros de su pareja, pueden perder el deseo y algunas mujeres caen en relaciones de dominación-sumisión.

Al comienzo de una relación idealizan a su pareja, pero luego inevitablemente se decepcionan porque no la ven capaz de comprometerse tanto como ellos ni de entregarles un “amor verdadero”. Sienten que no hay reciprocidad, que les pone distancia, que es injusta o incluso que abusa, sintiéndose al final víctimas, utilizados, explotados o maltratados. Y es que para que los amen suelen adaptaron en exceso al otro hasta cuasi perder su individualidad, mostrándose demasiado obsequiosos y obedientes en vez de buscar su propia autonomía. A lo largo de la relación van poniendo a prueba a su pareja para comprobar si realmente los ama y si está plenamente comprometida, fijándose en si los cuida, si los acompaña a sus cosas, si los ayuda a resolver sus problemas e incluso en si es generosa en los regalos que le hace, como ellos sí lo son.

Por su miedo latente a ser abandonados requieren de una estrecha cercanía física que les entregue la ilusión de control sobre la relación. Si la pareja se distancia – aunque sea de manera transitoria – ya sea física o emocionalmente se sienten amenazados y se enojan, le reprochan que ya no les pone atención como antes, que no les contestan enseguida, que prefiere estar con otra gente u ocupada en sus cosas. Se pueden obsesionar tanto que hasta tienen dificultad para concentrarse bien en su trabajo. Llaman o mandan mensajes insistentemente como un modo de asegurarse la presencia de la pareja, aunque sea forzadamente.

Cuando no se sienten queridos como esperan, caen en altibajos emocionales, celos, amenazas, chantajes y reacciones de rabia, pudiendo descontrolarse y tener condcutas destructivas. A veces se comportan autodestructivamente para que su pareja se sienta culpable. En estos casos se vuelven aún más exigentes y más dependientes, quieren estar siempre en contacto, saber dónde está en cada momento y que los segurise confirmándoles su amor lo más seguido posible. Debido a su profunda inseguridad son muy susceptibles y tienden a manipular exacerbando su necesidad de afecto o amplificando su malestar con el fin de presionarla para respondan a sus expectativas.

Si su pareja frustra sus expectativas pueden experimentar una intensa rabia y exigen que les pida perdón. O se van al otro extremo y la ignoran, algunos hasta se involucran con terceras personas y amenazan con terminar la relación. Pero lo más frecuente es que arrastren por largo tiempo la decisión de separarse, pese a que les es evidente hace mucho que ya no les está funcionando como ellos quisieran. Aunque se sientan infelices les es preferible continuar igual que sucumbir en ese pozo de soledad en que se sienten vacíos. Y es que les cuesta mucho construirse una vida sin pareja.

Si finalmente se rompe la relación, muestran una muy escasa tolerancia al dolor, reaccionando con altos niveles de sufrimiento. Por lo general, si alguien los rechaza o si son abandonados, quedan devastados y se preguntan en qué se equivocaron. Mientras que algunos se quedan pegados a su expareja, muchos optan por buscar rápidamente otra pareja a la cual aferrarse. Así que después de lo que parecía un sufrimiento muy intenso y que sería eterno, este tiende a desaparece como por encanto al encontrar a esa otra persona.

APEGO SEGURO EN PAREJA

APEGO SEGURO EN PAREJA

¿Te sientes querido y seguro dentro de tu relación de pareja?¿No te sientes ni privado de tu libertad ni dejado de lado? ¿Para sentirte cómodo no necesitas ni distanciarte ni aproximarte tanto?

Estas tendencias forman parte de lo que se conoce como ‘Apego Seguro’. Para sentirnos a salvo dentro de una relación de pareja necesitamos haber podido construir vínculos afectivos sanos y estrechos durante la infancia. Nuestro estilo de apego influye no solo en cómo nos sentimos sino que también en cómo pensamos.

Existen principalmente cuatro tipos de apego según como sea la combinación entre nuestra autoimagen y la imagen que tengamos de los demás. En un polo estaría el apego seguro caracterizado por una imagen positiva de sí mismo como de los otros. Y en el otro polo se ubicarían tres estilos de apego inseguro: el ansioso, el evitativo y el ambivalente.

Quienes tienen un Apego Seguro poseen una imagen positiva tanto respecto de sí mismos como de los demás. Como básicamente confían en sus fortalezas y en sus habilidades, poseen una autoestima equilibrada, sin mayores dudas acerca de su valía, pero tampoco presentan rasgos narcisistas. Asimismo creen que los demás son por lo general bien intencionados, bondadosos y dignos de fe.

Se mueven en el mundo con una actitud relajada y aunque les agrada estar con otras personas, no son dependientes y se hacen cargo de ellos mismos de forma autónoma, sin temerle a la soledad. No necesitan de la validación externa ni de una aceptación o afecto incondicional, a pesar de que sí pueden pedir ayuda cuando la requieren. Tienden a ser agradables, amables, auténticos, abiertos, flexibles, confiables y empáticos.

Fueron criados por padres o cuidadores habitualmente predecibles y directos, mostrando fortaleza, sensibilidad y muchas veces también sabiduría para interpretar y responder a las necesidades razonables del niño. Demás está agregar que fueron cálidos y afectuosos, aunque sin caer en la aceptación total, habiéndole puesto límites y enseñándoles a ser responsables con sus obligaciones.

Dado que cuando adultos no están apremiados por necesidades afectivas imperiosas o por el miedo a la soledad, suelen elegir a su pareja dándose un tiempo para conocerla mejor. Estando dentro de una relación se sienten cómodos tanto en situaciones de estrecha intimidad emocional como en los momentos de distancia, manteniendo un sano equilibrio entre aproximarse y alejarse. Al predominar la estabilidad emocional y regular adecuadamente sus experiencias, suelen construir relaciones interpersonales profundas, pero sin perder su propia independencia. Como tienden a emparejarse con alguien que también es seguro afectivamente, sus vínculos resultan ser más satisfactorios y de larga data. Si llegase a producirse una separación elaboran mejor la ruptura y dejan pasar un largo rato antes de volver a emparejarse.

A pesar de que creen en la existencia de un amor real y profundo, las expectativas que han construido son realistas y no demasiado altas. Saben que toda relación adolece de falencias, que dista de ser perfecta y que siempre estará sujeta a inevitables altibajos, aunque en el fondo prevalezca el afecto. Acostumbran no caer en discusiones por aspectos menores, pero ello no quiere decir que eviten los conflictos, expresando sus desacuerdos de un modo constructivo y controladamente, sin hostilidad y sin asumir un rol de víctima. Intentan resolver las diferencias mediante negociaciones porque están conscientes que los lazos de pareja perduran gracias a la seducción y no por imposición de obligaciones. Aunque buscan la reciprocidad, pueden ser generosos. Además son capaces de reconocer cuando están equivocados y no les cuesta perdonar.

Pese a que perciben las debilidades o deficiencias de su pareja, por lo general las aceptan y mantienen una imagen positiva de ella. Como se sienten queridos es difícil que aparezca un temor irracional a ser abandonados. Los aspectos más importantes de la relación – tal como el afectivo, el sexual y la solidaridad con el otro – los ponderan en función de las necesidades de ambos o de las circunstancias del momento, no desde lo que les apetece individualmente.

En el ámbito de la sexualidad consideran la masturbación como una necesidad biológica natural y la integran de forma saludable a su repertorio de actividades sexuales. Enfocan las experiencias sexuales con su pareja desde una mirada abierta y positiva, sin permitir que se interpongan luchas de poder y disfrutan tanto del sexo propiamente tal como del simple contacto físico. Valoran la calidad de la relación sexual por sobre la cantidad, sintiéndose más satisfechos que el promedio de la población. Las distintas disfunciones sexuales no son comunes entre quienes gozan de un apego seguro.

Al ser más maduros, equilibrados, estables emocionalmente y con menor propensión a mentir y a engañar, la probabilidad que incurran en conductas infieles es mucho menor. Rara vez caen en períodos promiscuos y no se involucran con alguien que ya está emparejado. Si su pareja ha sido infiel creen que en el trasfondo habría una responsabilidad compartida, en que ambos han cooperado en alguna medida. Atribuyen la infidelidad a importantes conflictos o insatisfacciones, ya sean sean derivadas de problemáticas en la comunicación y/o de otras dificultades. Aún así, de todos modos la conciben como una seria ruptura del pacto de exclusividad asumida explícitamente por ambos y eventualmente se traduce en la disminución de la confianza en la pareja. Es decir, es claramente significada como una transgresión relacional..

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