por Ceppas | Abr 16, 2020 | Terapia General, Terapia pareja |
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El COVID-19 nos está poniendo a prueba. Nos damos cuenta – muy de a poco – que nuestra cotidianidad ya cambió y que vamos a vivir así durante un buen tiempo más. ¿Podemos realmente detener nuestras vidas esperando que todo esto se solucione? Esta pregunta no es fácil de contestar, especialmente cuando estamos viviendo situaciones vitales que nos están haciendo sufrir, más aún cuando el encierro nos angustia y exacerba nuestros dolores. La cuarentena no nos hace posible asistir a una psicoterapia presencial, pero hoy existen los medios y experiencia para poder realizarla a distancia. Nuestro autocuidado no puede esperar.
El Centro clínico CEPPAS ha realizado numerosos procesos de psicoterapia online desde pasada década, como parte del desarrollo continuo que nos hemos propuesto. Así, atendimos a parejas que residían en lugares como Concepción, Punta Arenas o Iquique, pudiendo abordar sus problemáticas en un contexto semipresencial. Aún cuando pareciera ser una forma novedosa de trabajo clínico, esta es una modalidad muy utilizada en otras partes del mundo.
La realización de Terapia a distancia (también llamada “e-Therapy” en las investigaciones científicas) lleva un poco más dos décadas, masificándose exponencialmente en lugares como Estados Unidos y Europa. Las características de un tratamiento online, aunque manteniendo las mismas condiciones básicas de todo trabajo terapéutico realizado por un profesional especializado, reviste de ciertas condiciones y características únicas.
Si bien investigaciones recientes entregan resultados disímiles, la gran mayoría revela que – en cuanto a su efectividad – no habría diferencias significativas con una terapia cara a cara. Los aspectos más importantes para que este tipo de tratamiento sea eficiente son el compromiso de parte del paciente, su atención regular y la afinidad que logre con su tratante (Klein, Richards, y Austin, 2006; Knaevelsrud y Maercker, 2007; Lee, 2010)
Asimismo, es de especial relevancia la mantención de ciertas condiciones éticas y de setting terapéutico, es decir, el contexto concreto en que se realiza el tratamiento, pues este posibilita la necesaria estabilidad del proceso de psicoterapia a distancia. Nos referimos a la mantención de condiciones básicas, como el lugar donde se recibe la videoconferencia, la privacidad necesaria, las reglas de relación y de trato, las horas de sesiones y respeto de horarios, etc.
Para ello, construimos un breve protocolo de atención, el que nos ha sido de gran utilidad para lograr los objetivos terapéuticos propuestos por nuestros pacientes. Asimismo, enviamos un consentimiento informado a cada uno de nuestros pacientes donde aseguran un trabajo profesional, serio y comprometido con los especialistas de nuestro Centro.
CEPPAS está preparado para esta contingencia, en tanto a procesos y experiencia, para brindar una atención íntegra.
por Ceppas | May 1, 2017 | Crisis pareja, Infidelidad, Relación pareja, Sexualidad, Terapia General, Terapia pareja |
Por Ps. Dr. Alejandra Godoy H.
¿Sientes a veces que tu pareja pone distancia, que no te prioriza? ¿Sientes que tú eres más demostrativo y entregas más a la relación que tu pareja? Quizás estés entre los que se sienten inseguros y se ponen ansiosos en el amor.
Estas tendencias forman parte de lo que se conoce como Apego Inseguro Ansioso-Dependiente. Todos nosotros necesitamos construir vínculos afectivos sanos y estrechos durante la infancia para que, cuando adultos, podamos movernos seguros dentro de nuestras relaciones afectivas. Esto es lo que se llama apego y nos influye no solo en cómo nos sentimos sino que también en lo que pensamos.
Existen principalmente cuatro tipos de apego según como sea la combinación entre tu autoimagen y la imagen que tengas de los demás. En un polo está el apego seguro, en que hay una imagen positiva tanto de ti mismo como de los otros. Y en el otro polo estarían tres estilos de apego inseguro: el ansioso, el evitativo y el ambivalente. Quienes goza de un apego seguro regulan sus experiencias emocionales manteniendo un adecuado equilibrio entre cercanía y distancia, en tanto que los inseguros se inclinan – en exceso – ya sea hacia la dependencia, hacia la desconexión o hacia ambos.Los ansiosos poseen una imagen negativa de sí mismo, pero una positiva de los demás, aunque los ven como reacios a comprometerse y a entregarse totalmente. Como no se creen muy inteligentes y se perciben un tanto débiles, dudan de su propia valía y de cuán queribles son realmente. Es por ello que su autoestima depende de como los evalúen los otros. Así su autonomía se torna deficiente, pasan a sentirse de algún modo como indefensos y pueden caer en actitudes sumisas y complacientes.
Cuando niños percibieron que sus padres los trataban de forma ambivalente, impredecible e injusta. A veces eran afectuosos con ellos, cálidos, consentidores e inclusive dificultaron que se independizaran al sobreprotegerlos y evitar que asumieran riesgos. Pero en otros momentos eran indiferentes, insensibles y los castigaban sin mayor motivo. Así se fueron tornando hipersensibles y con tendencia a angustiarse fácilmente en el ámbito afectivo.
Cuando adultos las relaciones amorosas les son demasiado importantes y no les gusta pasar mucho tiempo solos. Suelen enamorarse de forma rápida e impulsiva, mostrando una intensa y temprana apertura emocional. Acostumbran iniciarse muy temprano en su vida sexual, a veces para que el otro no se enoje y los pueda abandonar. En general usan el sexo para sentirse más cerca y queridos, no tanto para la gratificación sexual. Si se sienten inseguros de su pareja, pueden perder el deseo y algunas mujeres caen en relaciones de dominación-sumisión.
Al comienzo de una relación idealizan a su pareja, pero luego inevitablemente se decepcionan porque no la ven capaz de comprometerse tanto como ellos ni de entregarles un “amor verdadero”. Sienten que no hay reciprocidad, que les pone distancia, que es injusta o incluso que abusa, sintiéndose al final víctimas, utilizados, explotados o maltratados. Y es que para que los amen suelen adaptaron en exceso al otro hasta cuasi perder su individualidad, mostrándose demasiado obsequiosos y obedientes en vez de buscar su propia autonomía. A lo largo de la relación van poniendo a prueba a su pareja para comprobar si realmente los ama y si está plenamente comprometida, fijándose en si los cuida, si los acompaña a sus cosas, si los ayuda a resolver sus problemas e incluso en si es generosa en los regalos que le hace, como ellos sí lo son.
Por su miedo latente a ser abandonados requieren de una estrecha cercanía física que les entregue la ilusión de control sobre la relación. Si la pareja se distancia – aunque sea de manera transitoria – ya sea física o emocionalmente se sienten amenazados y se enojan, le reprochan que ya no les pone atención como antes, que no les contestan enseguida, que prefiere estar con otra gente u ocupada en sus cosas. Se pueden obsesionar tanto que hasta tienen dificultad para concentrarse bien en su trabajo. Llaman o mandan mensajes insistentemente como un modo de asegurarse la presencia de la pareja, aunque sea forzadamente.
Cuando no se sienten queridos como esperan, caen en altibajos emocionales, celos, amenazas, chantajes y reacciones de rabia, pudiendo descontrolarse y tener condcutas destructivas. A veces se comportan autodestructivamente para que su pareja se sienta culpable. En estos casos se vuelven aún más exigentes y más dependientes, quieren estar siempre en contacto, saber dónde está en cada momento y que los segurise confirmándoles su amor lo más seguido posible. Debido a su profunda inseguridad son muy susceptibles y tienden a manipular exacerbando su necesidad de afecto o amplificando su malestar con el fin de presionarla para respondan a sus expectativas.
Si su pareja frustra sus expectativas pueden experimentar una intensa rabia y exigen que les pida perdón. O se van al otro extremo y la ignoran, algunos hasta se involucran con terceras personas y amenazan con terminar la relación. Pero lo más frecuente es que arrastren por largo tiempo la decisión de separarse, pese a que les es evidente hace mucho que ya no les está funcionando como ellos quisieran. Aunque se sientan infelices les es preferible continuar igual que sucumbir en ese pozo de soledad en que se sienten vacíos. Y es que les cuesta mucho construirse una vida sin pareja.
Si finalmente se rompe la relación, muestran una muy escasa tolerancia al dolor, reaccionando con altos niveles de sufrimiento. Por lo general, si alguien los rechaza o si son abandonados, quedan devastados y se preguntan en qué se equivocaron. Mientras que algunos se quedan pegados a su expareja, muchos optan por buscar rápidamente otra pareja a la cual aferrarse. Así que después de lo que parecía un sufrimiento muy intenso y que sería eterno, este tiende a desaparece como por encanto al encontrar a esa otra persona.
por Ceppas | Abr 12, 2017 | Relación pareja, Sin categoría, Terapia General, Terapia pareja |
¿Quieres saber cuál es tu modo de amar
y de relacionarte con tu pareja?
Por Alejandra Godoy H.
Lee estas tres descripciones y elige con cual te identificas mejor:
Estilo I: No me gusta pasar mucho tiempo sin estar en una relación. Cuando no tengo pareja me siento un poco sólo, ansioso, inseguro y a veces hasta perdido. Busco muy luego otra relación y a veces me he vuelto ha enamorar muy rápido. Si alguien me rechaza o si han terminado conmigo en el pasado, quedo devastado y me pregunto en qué me equivoqué. Muchas veces siento que mi pareja no me quiere y que no me valora tanto como yo a ella y por eso me preocupa mucho que algún día me abandone. En general me gustan las relaciones en que ambos nos sintamos cercanos, en que haya mayor entrega afectiva y pasemos mucho tiempo juntos, pero no es la primera vez que siento que me ponen distancia y que mi pareja no está dispuesta a ello. Reconozco que no puedo evitar molestarme si mi pareja no me pone la atención que necesito o si prefiere estar con otra gente u ocupado en sus cosas. A veces me pillo presionando para que se comprometa más y para que me muestre lo que realmente siente por mí, a pesar de que me doy cuenta de que esto le asusta. Parece que soy un poco dependiente, quiero estar siempre en contacto, saber dónde está, espero que me ayude con mis problemas y necesito que me segurice confirmándome su amor constantemente.
Estilo II: Me gusta mi libertad y me cuesta comprometerme en una relación porque me siento amarrado. Me es muy importante ser independiente y autosuficiente. Prefiero no depender de otros, no me siento cómodo si siento que necesito a mi pareja y tampoco me agrada que dependan de mí. En general no confío mucho en los demás ni en que exista el amor verdadero, tampoco creo mucho en que las relaciones realmente funcionen a largo plazo. He tenido algunas relaciones pero, salvo al comienzo, no han sido muy satisfactorias y a veces no estoy seguro si me he enamorado verdaderamente alguna vez. Me pongo incómodo cuando mi pareja quiere intimar demasiado conmigo, cuando quiere hablar de cosas muy personales, cuando quiere hurguetear en mi interior y que le muestre lo que siento o lo que me pasa. Así que me cierro y evito pasar mucho tiempo a solas con ella, prefiriendo que tengamos sexo o que salgamos con amigos.
Estilo III: Necesito estar profundamente unido a alguien, pero las relaciones de pareja me generan miedo, me cuesta mucho intimar y entregarme totalmente a alguien porque me siento fácilmente rechazado y no confío en nadie. Trato de convencerme que estoy mejor sin pareja, pero sé que no es cierto. Me ha tocado pasar largos períodos solo y no me siento bien. Si me han abandonado me insegurizo y me obsesiono tratando de descubrir por qué soy distinto a los demás, qué hay de malo en mí. Cuando tengo pareja tampoco me siento muy tranquilo. A veces siento que me ama, pero otras veces lo dudo y también dudo que la relación vaya a funcionar, por lo que temo que al final termine dañado y sufriendo. Me siento muy mal si me critica y me frustro si no está disponible para mí. Reconozco mi dependencia emocional, hasta quisiera fusionarme con mi pareja y si se aleja me pongo muy ansioso, celoso y me da mucho miedo perderla. Así que me protejo evitando que note todo lo que la necesito y poniendo una cierta distancia, intentando mantenerme en un punto medio entre la autonomía y la dependencia. Ello me lleva a veces a sentirme inmovilizado y siento resentimiento hacia mi pareja justamente por amarla tanto.
RESULTADOS
Estilo I = Apego Inseguro Ansioso
Estilo II = Apego Inseguro Evitativo
Estilo III = Apego Inseguro Ambivalente
por Ceppas | Abr 12, 2017 | Crisis pareja, Relación pareja, Sexualidad, Terapia General, Terapia pareja |
¿Te sientes querido y seguro dentro de tu relación de pareja?¿No te sientes ni privado de tu libertad ni dejado de lado? ¿Para sentirte cómodo no necesitas ni distanciarte ni aproximarte tanto?
Estas tendencias forman parte de lo que se conoce como ‘Apego Seguro’. Para sentirnos a salvo dentro de una relación de pareja necesitamos haber podido construir vínculos afectivos sanos y estrechos durante la infancia. Nuestro estilo de apego influye no solo en cómo nos sentimos sino que también en cómo pensamos.
Existen principalmente cuatro tipos de apego según como sea la combinación entre nuestra autoimagen y la imagen que tengamos de los demás. En un polo estaría el apego seguro caracterizado por una imagen positiva de sí mismo como de los otros. Y en el otro polo se ubicarían tres estilos de apego inseguro: el ansioso, el evitativo y el ambivalente.
Quienes tienen un Apego Seguro poseen una imagen positiva tanto respecto de sí mismos como de los demás. Como básicamente confían en sus fortalezas y en sus habilidades, poseen una autoestima equilibrada, sin mayores dudas acerca de su valía, pero tampoco presentan rasgos narcisistas. Asimismo creen que los demás son por lo general bien intencionados, bondadosos y dignos de fe.
Se mueven en el mundo con una actitud relajada y aunque les agrada estar con otras personas, no son dependientes y se hacen cargo de ellos mismos de forma autónoma, sin temerle a la soledad. No necesitan de la validación externa ni de una aceptación o afecto incondicional, a pesar de que sí pueden pedir ayuda cuando la requieren. Tienden a ser agradables, amables, auténticos, abiertos, flexibles, confiables y empáticos.
Fueron criados por padres o cuidadores habitualmente predecibles y directos, mostrando fortaleza, sensibilidad y muchas veces también sabiduría para interpretar y responder a las necesidades razonables del niño. Demás está agregar que fueron cálidos y afectuosos, aunque sin caer en la aceptación total, habiéndole puesto límites y enseñándoles a ser responsables con sus obligaciones.
Dado que cuando adultos no están apremiados por necesidades afectivas imperiosas o por el miedo a la soledad, suelen elegir a su pareja dándose un tiempo para conocerla mejor. Estando dentro de una relación se sienten cómodos tanto en situaciones de estrecha intimidad emocional como en los momentos de distancia, manteniendo un sano equilibrio entre aproximarse y alejarse. Al predominar la estabilidad emocional y regular adecuadamente sus experiencias, suelen construir relaciones interpersonales profundas, pero sin perder su propia independencia. Como tienden a emparejarse con alguien que también es seguro afectivamente, sus vínculos resultan ser más satisfactorios y de larga data. Si llegase a producirse una separación elaboran mejor la ruptura y dejan pasar un largo rato antes de volver a emparejarse.
A pesar de que creen en la existencia de un amor real y profundo, las expectativas que han construido son realistas y no demasiado altas. Saben que toda relación adolece de falencias, que dista de ser perfecta y que siempre estará sujeta a inevitables altibajos, aunque en el fondo prevalezca el afecto. Acostumbran no caer en discusiones por aspectos menores, pero ello no quiere decir que eviten los conflictos, expresando sus desacuerdos de un modo constructivo y controladamente, sin hostilidad y sin asumir un rol de víctima. Intentan resolver las diferencias mediante negociaciones porque están conscientes que los lazos de pareja perduran gracias a la seducción y no por imposición de obligaciones. Aunque buscan la reciprocidad, pueden ser generosos. Además son capaces de reconocer cuando están equivocados y no les cuesta perdonar.
Pese a que perciben las debilidades o deficiencias de su pareja, por lo general las aceptan y mantienen una imagen positiva de ella. Como se sienten queridos es difícil que aparezca un temor irracional a ser abandonados. Los aspectos más importantes de la relación – tal como el afectivo, el sexual y la solidaridad con el otro – los ponderan en función de las necesidades de ambos o de las circunstancias del momento, no desde lo que les apetece individualmente.
En el ámbito de la sexualidad consideran la masturbación como una necesidad biológica natural y la integran de forma saludable a su repertorio de actividades sexuales. Enfocan las experiencias sexuales con su pareja desde una mirada abierta y positiva, sin permitir que se interpongan luchas de poder y disfrutan tanto del sexo propiamente tal como del simple contacto físico. Valoran la calidad de la relación sexual por sobre la cantidad, sintiéndose más satisfechos que el promedio de la población. Las distintas disfunciones sexuales no son comunes entre quienes gozan de un apego seguro.
Al ser más maduros, equilibrados, estables emocionalmente y con menor propensión a mentir y a engañar, la probabilidad que incurran en conductas infieles es mucho menor. Rara vez caen en períodos promiscuos y no se involucran con alguien que ya está emparejado. Si su pareja ha sido infiel creen que en el trasfondo habría una responsabilidad compartida, en que ambos han cooperado en alguna medida. Atribuyen la infidelidad a importantes conflictos o insatisfacciones, ya sean sean derivadas de problemáticas en la comunicación y/o de otras dificultades. Aún así, de todos modos la conciben como una seria ruptura del pacto de exclusividad asumida explícitamente por ambos y eventualmente se traduce en la disminución de la confianza en la pareja. Es decir, es claramente significada como una transgresión relacional..
por Ceppas | Nov 29, 2014 | Terapia General |
Tú me haces enojar! Tú eres el causante de mi pena! Tus reacciones me producen miedo!
¿Cuántas veces hemos caído en responsabilizar a nuestra pareja de lo que nosotros sentimos? Estamos convencidos que sus acciones u omisiones son las que nos generaron esas emociones. Pero, ¿se han preguntado alguna vez de dónde vienen y qué significan esas sensaciones que parecen inundarnos en ciertos momentos?
Partamos por tener claro que no son los hechos per se los que nos afectan, sino que la interpretación que nosotros mismos hacemos de ellos. Por tanto, no todas las personas van a sentir igual frente a un mismo hecho. Por ejemplo, si la pareja no los llama durante el día, algunos se sentirán abandonados, no queridos o se insegurizarán; pero otros se pueden sentir aliviados, no exigidos o que respetan su espacio. ¿Qué es lo que nos lleva a reaccionar de modos tan diferentes ante una misma situación?
En corto, la lectura que hagamos de los hechos es lo que determinará la emoción que sentiremos. Así que nuestra pareja no tiene el poder de provocarnos ninguna sensación, somos nosotros mismos los únicos que podemos hacerlo y es por ello que somos únicamente nosotros los responsables de lo que sentimos. No es que el otro “me” haga a mí tal o cual cosa, sino que simplemente se comporta según su manera de ser y sus circunstancias del momento, dentro de las cuales nuestra propia conducta es muy relevante.
¿Cómo es que llegamos a ver la realidad de modos tan distintos? Son nuestras creencias, aquellas que vamos construyendo durante toda nuestra vida, el tamiz a través del cual interpretamos el supuesto significado que tiene lo que nuestra pareja hizo o dejó de hacer. Si el modo en que se comportó no cumple con nuestra visión subjetiva de cómo “debería” haberlo hecho, entonces es cuando nos invade una emoción. En otras palabras, es lo cognitivo (el contenido mental, los pensamientos) lo que produce esa reacción fisiológica que es la que nos origina la subsecuente sensación negativa.
Por supuesto que nosotros solemos ignorar que esa es la causa y tendemos a envolver con hermosas expresiones la justificación de lo que estamos sintiendo. Para nosotros, lo que esperamos del otro es solamente aquello que guarda relación con “la justicia, la bondad, la corrección, lo mejor, lo razonable, el sentido común y la lógica”. De este modo, si el comportamiento de nuestra pareja ha frustrado nuestras expectativas, nuestra cabeza nos dice que debe tratarse entonces de una actitud “egoísta, egocéntrica, fría, injusta, irracional o inmadura”. Y lo que nos resulta más incomprensible es cuando, a pesar de que le hemos explicado muchas veces que eso nos duele, lo siga haciendo. Ello sólo puede significar que no le importamos o que ya no nos ama.
Lo que sucede es que al transitar a lo largo de la existencia nuestra mente ha ido transformando esas creencias originales subjetivas en verdades absolutas, de manera tal que estamos seguros de cómo “debe” funcionar el otro y, si no lo hace, tarde o temprano será nuestra relación la que ya no funcione, lo cual nos angustia mucho.
Como las emociones irrumpen de forma tan rápida y, sobre todo, tan intensa, pareciera que nuestro cuerpo nos está advirtiendo de algo muy importante, como si fuese una acertada intuición a la cual debemos obedecer, porque sino nos estaríamos arriesgando a correr algún serio peligro. Y efectivamente el cuerpo nos está hablando por medio de nuestras sensaciones, pero lo que nos está mostrando son pistas o señales de lo que pensamos, de lo que en el fondo creemos respecto a las distintas situaciones de la vida. Sin embargo, el que sean intensas no implican que sean profundas y menos duraderas en el tiempo.
Así que, dado que las emociones son superficiales y muy volátiles, tomar decisiones cuando estamos bajo su influencia, lo más probable es que nos conducirá a interpretaciones equivocadas de las cuales nos arrepentiremos cuando éstas se hayan esfumado y recuperado nuestro estado anímico habitual.
por Ceppas | Ago 7, 2014 | Terapia General |
Los creadores de la Psicología Positiva comenzaron por realizar una exhaustiva revisión de las grandes obras filosóficas, antropológicas, históricas, religiosas y literarias tanto de Occidente como de Oriente. Entre muchos otros textos, estudiaron el Código Samurai, la Biblia, los escritos de Confucio, de Aristóteles, Epicúreo, Tomás de Aquino, etc. Posteriormente, el análisis de los resultados del cuestionario que elaboraron para delimitar cuáles eran los principales factores asociados a la sensación de felicidad, los lleva a concluir que existirían tres tipos de felicidad o tres caminos para llegar a una felicidad más real o profunda.
1.- Vida Placentera (Emociones Positivas): es el nivel más superficial de felicidad y el de más corta duración. Se remonta a los epicúreos y se refiere al bienestar producto del disfrutar de la comida, del sexo, de la bebida o de una buena película, como explica Seligman. Se trata de aprender a gozar de los placeres de la vida y desarrollar métodos para disfrutarlos mejor (compartirlos con los demás, describirlos, recordarlos y usar técnicas de meditación para estar más conscientes de ellos). Pero, el autor critica este tipo de «felicidad», que él identifica con el estilo de vida hollywoodense o con las campañas publicitarias, donde las personas sonríen ante las cámaras, pero luego consumen pastillas para dormir o bajar la angustia.
2.- La Buena Vida o (Involucrarse Comprometidamente): nivel intermedio de felicidad que se refiere a lo que Aristóteles llamaba eudaimonia, que ahora se denomina estado de flujo. Se trata de la felicidad que surge cuando disfrutamos haciendo algo en lo que sentimos que somos buenos. Para alcanzarla, es necesario identificar cuales son nuestras habilidades o talentos y encontrar dónde usarlos de una manera comprometida, reconstruyendo la propia vida de forma tal de involucrarse en una actividad que le facilite el ponerlos en práctica frecuentemente. Así se logra no sólo un gozo transitorio, sino la sensación de que el tiempo se ha detenido al estar tan absortos en lo que hacemos. Según Seligman, la Buena Vida no es esa vida pesada de pensar y sentir, sino de sentirse en armonía con la música vital. En sus propias palabras: mi perro lo podría resumir así -corro y persigo ardillas, luego existo.
3.- La Vida con Sentido o Significado: estadio superior de felicidad y la más duradera. Se trata de poner las habilidades y virtudes al servicio de alguna causa que se sienta más grande y más allá de uno mismo. Es más que pasarlo bien o estar narcisistamente satisfechos con lo que hacemos bien; se refiere a encontrar aquello que realmente nos motiva en la vida como para desear aportar algo al mundo (una misión, como diría Maslow). Para ello tenemos que identificar nuestras creencias y valores, para después poner nuestras fuerzas al servicio de algo que esté afuera de nosotros mismos. El sentido de vida no se encuentra mirándonos el ombligo, sino que nuestra vida adquiere significado en relación con lo que nos rodea. Cabe aclarar que, aquello que nos produce sentimientos positivos más profundos no es la satisfacción de nuestros deseos ni los logros, sino que lo que nos gratifica es el proceso.
Por todo lo anterior, para acercarnos a esta felicidad superior, es necesario que desarrollemos aquellas virtudes que la Psicología Positiva encontró como propias del ser humano en cualquiera época y cultura: templanza, humanidad, sabiduría, justicia, valentía y sentido de trascendencia. Se entiende por felicidad, entonces, el conjunto de estos tres componentes: placer sensorial, actividad satisfactoria y sentido de vida. Aquél ser humano que se ha orientado, paralelamente, tras la búsqueda de estos tres aspectos y que está abierto a gozar la vida de estas tres formas, está más inclinado a sentirse feliz. Aunque Jung nos advertiría que, en la primera mitad de la vida, es muy difícil que se llegue a la Vida con Sentido.
En un estudio reciente realizado recientemente se llegó a las siguientes conclusiones:
10% del nivel de felicidad sería explicado por circunstancias externas, tales como dinero, salud, estado civil, educación, etc.
50% del nivel de felicidad estaría asociado a componentes genéticos heredados tal como, por ejemplo, el temperamento
40% del nivel de felicidad estaría determinado por la persona misma, por la forma en que mira aquellos que le ha tocado vivir. La felicidad se relaciona más con lo que se piensa de la vida que con las situaciones vitales objetivas.
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