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Definitivamente, es lo primero que aparece en nuestra mente. Fracasé. No fui capaz de mantener una relación como se supone que tiene que ser: para toda la vida. Esta sensación de fracaso puede inundar todas nuestras vivencias, incluso ensombrecer nuestros éxitos en otros ámbitos. Pero, ¿se trata de que una relación de pareja sea una empresa que busca ser exitosa? ¿Estar juntos para toda la vida es sinónimo de éxito? Aquí, cabe ponernos a pensar si es que aventurarnos a formar pareja sería casi como iniciar una maratón, a ver si completamos los 42 km. Sin llegar cansados, obviamente.

En mi experiencia clínica, me he encontrado la mayoría de las veces, que al separarse, muchos se sienten fracasados, como si efectivamente no hubiesen podido llegar a la meta que debían.  ¿La relación de pareja es un camino o un objetivo?

Por un lado, esto puede tener que ver con las expectativas sociales, aquel campo que cada día nos exige más y más de nuestro ser humanos. Hombres y mujeres buscan muchas veces, en la vida de pareja, una personal salvación. Una gran parte de nuestra sociedad cree que una relación de pareja puede sanarnos de nuestras propias vivencias de abandono y tristeza, y así, las expectativas en la relación pueden subir de manera incontrolable, hasta llegar al “y fueron felices para siempre”. Sentimos que, en el deber de “darnos felicidad”, tenemos incluso que “borrarnos a nosotros mismos”. Debemos hacer feliz al otro. Y, obviamente, el otro nos debe hacer felices también. Claro, para eso somos pareja. De ahí en adelante, las frustraciones naturales ante una expectativa inalcanzable aparecen una y otra vez, dejando a mujeres y hombres absolutamente perplejos: “esto no es lo que yo quería”. Y, como no se consigue la tan ansiada recompensa del amor, no hay sino que decir que fracasamos en esta empresa. ¿Pero, realmente es ese el fin de una relación de pareja?

A veces, pareciera difícil creer que en cada relación ocurren un sin fin de desencuentros absolutamente naturales, de dolores que se repiten una y otra vez y, al mismo tiempo, también creer que eso no es un fracaso. Resultaría obvio que el lector dijera que estoy absolutamente equivocado, que existen las parejas exitosas. ¿Qué hace que una pareja sea exitosa? ¿aquella que no pelea? ¿Aquella que nunca se distancia? ¿Aquella que es capaz de hablar de todo tranquilamente? ¿O será la pareja que discute y sufre continuamente pero, sin separarse?  Yo no creo que una pareja que sigue junta sólo por estarlo, sea una pareja exitosa. Hay muchos factores que influyen en el bienestar de los miembros de la pareja cuando están juntos.

Aquí, podríamos extendernos más allá de los límites de este artículo, ya que sostengo que cada pareja puede generar su propia definición de éxito. Sacudámonos de los cánones de normalidad que nos da la cultura y la sociedad. Para mi, y desde las enseñanzas de Maturana, YO defino que es normal, exitoso o aceptable. Y en cuanto a pareja, es el acuerdo para ellos que es una pareja normal. Y pueden haber tantas versiones como parejas existan y no hay nada malo en ello.

Pero, ¿por qué separarse tiende a ser visto como un fracaso? Primero, y como razón general, es que sienten que no han logrado superar un problema. Y en segundo término, y no es para nada menor, que el proyecto de pareja y familia que habían construido con los años, desaparece. Como clínico he tenido, con los años, una perspectiva diferente, no sólo porque creo que los problemas de pareja pueden manejarse – en especial cuando ambos son capaces de sostener un compromiso a pesar de los problemas – sino que al momento de separarse no necesariamente se diluye el proyecto de familia. Eso depende de cómo van a tomar la disolución de la pareja: en una revancha, un rechazo profundo o en la aceptación de que ya no es posible vivir juntos.

El fracaso es vivido como una falencia, una autoculpabilidad, una sensación de no haber cumplido lo esperado o sencillamente una gran frustración vivida a propósito del incumplimiento del otro . Pero, ¿quién es el culpable de este “fracaso”? Ninguno y ambos. Nunca olvidemos nuestra co-responsabilidad en nuestras historias de pareja.

Quiero hacerles notar que no he visto que las parejas que se separan queden congeladas en el tiempo, sino que de una u otra manera siguen adelante, con pena, rabia o frustración, pero siguen sus vidas. Algunos demoran más, otros menos, pues la vida se las arregla para empujarnos hacia el crecimiento.

Para mi, una separación no es un fracaso, sino el fin de un proyecto (sin apellido), de los tantos que podemos tener en la vida. Y, no lo digo desafectadamente, sino en la certeza que he visto a muchas personas a mi alrededor construir buenas y mejores empresas que las que tuvieron inicialmente, y en especial, aquellas que han aprendido de sí mismos, y conocen de su participación en el fin de su relación de pareja.

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