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Al releer Retrato del Artista Adolescente me surge la interrogante de si todavía la masturbación provoca sentimientos de culpa asociados a la doctrina judeocristiana. La maestría de James Joyce nos transmite el sufrimiento moral de un púber por la reaparición de la libido después del llamado periodo de latencia. A través de sus introspecciones autobiográficas nos comunica la inicial extrañeza de Stephen Dédalus – estudiante de un colegio jesuita – ante la intensidad de sus impulsos, sus vanos intentos por autocontrolarse y la sensación final de ser un pecador empedernido, de ser un degenerado indigno de Dios. Aunque comienza a escribirlo en 1904, el autor está describiendo lo que sucedía a finales del siglo XIX, cuando tanto en la sociedad general como en la medicina, se condenaba a la masturbación por ser pecaminosa y perjudicial para la salud física y mental.

Basándose en supuestas «verdades científicas», se creía que la masturbación ocasionaba agotamiento, perdida de memoria, melancolía, diversos ataques, epilepsia, ceguera, sordera, esterilidad, impotencia, imbecilidad, reblandecimiento cerebral y parálisis, entre otra larga lista de etcéteras. ¡Que diferencia con el «lamento» autobiográfico de Phillip Roth de mediados del siglo XX, respecto a otro púber – esta vez judío – Portnoy, un fanático de la masturbación y sin culpa alguna!.

Se sabe que el instinto sexual – presente desde que nacemos – es una necesidad corporal normal que compartimos con los animales. Recordemos que pertenecemos primero al reino animal y después al humano. No obstante, concerniente a los impulsos sexuales y a la masturbación, nosotros nos comportamos en forma muy diferente a los animales. La sexualidad es el único instinto biológico que no requiere ser satisfecho para que podamos seguir subsistiendo. Se trata de un impulso que se puede controlar, frenar y postergar. Incluso, es posible que esté en estado de inhibición y sumido en el inconsciente, sin que la persona sienta su presencia, tanto así que hasta puede «olvidar» que existe. En todos los procesos señalados anteriormente juegan un rol fundamental factores de índole psico-emocionales junto a otros cultural-religiosos.

En la consulta he podido observar que aún persisten resabios de prejuicios anacrónicos, los que se reflejan en la actitud ambivalente que se tiene hacia la masturbación. Aunque la persona sea agnóstica o atea, aunque afirme estar consciente de que no es perjudicial ni algo pecaminoso, aunque acepta a un nivel teórico-intelectual que no tiene «nada de malo», continúa sintiéndola como fuente generadora de tensión, ambigüedad y perplejidad. Mujeres mayores que evitan o se niegan a practicarla sin saber por qué, o lo atribuyen vagamente a que les da «lata» hacerlo, o aducen que «no les resulta», que no sienten «nada», o confiesan que se sienten inhibidas.

En las mujeres más jóvenes, incluso aquellas que dicen orgullosamente «no creer en Dios ni estar ni ahí con los pecados, ni con la Iglesia Católica», reconocen una cierta sensación de vergüenza, de incomodidad, de que «de alguna forma» sienten que es un acto de naturaleza sucia. Algunas jóvenes afirman que nunca lo han intentado; otras, que lo hicieron por un corto tiempo en la pubertad y después nunca más. En cambio, en los hombres, la situación es muy diferente. Efectivamente, casi no se encuentran casos como los antes mencionados, aunque en los últimos dos años me han llegado consultas por mail de varones jóvenes que se sienten “en pecado” por no poder dejar de masturbarse.

Aunque se sabe que la masturbación ha existido desde siempre, en todo periodo histórico, en toda cultura, en toda clase social, a cualquiera edad, en ambos géneros y en los animales; y, aunque se reconoce que es una actividad inofensiva, continúa teniendo mala reputación y siendo despreciada. Sobre cuáles mitos se sustenta esta actitud? Persiste cierta ignorancia y confusión, incluso en los términos que se usan: onanismo, masturbación, auto-estimulación, auto-erotismo, abuso de uno mismo. El pecado de Onán se confundió con el coitos interruptus, pero se sigue ocupando onanismo como sinónimo y como “prueba” de la condena de Dios a quienes desperdician su semilla en vez de procrear. Y hay tres traducciones distintas para la raíz etimológica latina del vocablo masturbación.

La actitud ante la masturbación ha variado a lo largo de la historia de la humanidad. Consecuentemente con el reinado dionisiaco, fue apreciada durante un tiempo. La mitología cuenta que Hermes se la enseñó a Pan para aliviarlo del sufrimiento por su inaccesible Eco y que éste la traspasó a los pastores. En el antiguo Egipto se la celebraba por haber permitido al dios Sol concebir a la pareja original. En Grecia, Diógenes se masturbaba en público riéndose de que así se habría evitado la guerra de Troya. Entre los pueblos americanos, el mito del indio pícaro es igualmente muy antiguo. En la actitud condenatoria, las religiones jugaron un rol fundamental. Para el Talmud, el hombre que fornica con sus manos no tiene excusas. Para el Zóhar, la masturbación es el peor de los pecados. Con el advenimiento del cristianismo se agrava esta postura y desde la Alta EdadMedia predomina la visión agustiniana apolínea culpógena que perduraría durante siglos: La naturaleza humana siente sin duda vergüenza de esta voluptuosidad.

Aunque cabe señalar que, por un tiempo, al menos no se la prohibió y que, hasta principios del Renacimiento, se fue indulgente con las mujeres que la practicaban. La situación mejora con La Ilustración. Los filósofos se muestran tolerantes. Diderot escribe un extenso artículo liberal sobre la manustupracion (concepto usado como verbo por Montaigne en 1580) en su Enciclopedia. Rousseau, con bemoles, se declara a favor en El Emilio. Empero, en 1758, el médico francés Tissot provoca un grave retroceso al incorporar la ciencia en la construcción de mitos, atribuyendo a la masturbación cualquiera afección de origen desconocido, argumentando que un delito tan enorme inevitablemente involucra un castigo terrible. Sostuvo que toda actividad sexual agotaba los nervios, poniendo en peligro la cordura, por lo que hasta mediados del s. XIX, se recurría a atormentadores procedimientos físicos para curar la masturbación.

A pesar de que a inicios del s. XX aún se creía que originaba gangrena, algunos médicos realizaron un salto interpretativo: los trastornos mentales serían reactivos a la culpa y no a su práctica. Freud asocia la histeria con la represión sexual victoriana, donde una mujer decente no tiene deseo sexual. Más relevante fue su descubrimiento de la naturaleza autoerótica en los niños. Otros avances se deben a Shekel, Groddeck y Reich, hasta llegar al impacto producido por Kinsey y por la Revolución Sexual.

Pero, hubo que esperar años para que no sólo se desvirtuasen los aspectos negativos, sino que se destacasen los positivos. Hoy, los científicos consideran que la masturbación es beneficiosa para la sexualidad individual y de pareja, para la realización del amor y la creatividad, usándola como técnica terapéutica en las disfunciones sexuales. Incluso la Enciclopedia Británica menciona su naturaleza agradable, sedativa e hipotensa. La prestigiosa revista The Lancet propuso que, en esta época del sida, masturbarse sería como hacer el amor con una sola persona cuya historia sexual es perfecta y realmente conocida (hace pocos días, el cardenal emérito Martini defendió el uso del condón como un mal menor para prevenir el sida) y Woody Allen epata con su frase: es como hacer el amor con la única persona que amamos verdaderamente.

Pareciera que se ha superado la condenación, sin embargo, en el catecismo de 1992 se la vuelve a indicar como pecado. Al revisar en internet la postura más actual, encontramos que aún se dice que para Dios es muy importante que no abusemos de nuestro cuerpo que (éste) se contamina y se corrompeMientras más masturbación más deseo (ya que) no satisface realmente ni saciaEs ahí donde Satanás nos tiene en sus manos. Lo peor es que envuelve fantasías, visualizacionesLos actos que se imaginan son más pecaminosos y lujuriosos todavíaToda la inmoralidad sexual empieza con un pensamiento (Pastor D. Ureña, 2005).

Se insiste en la prohibición del preservativo, ya que éste bloquearía el único propósito del semen: la procreación. En el Confesionario se hacen detalladas preguntas para “pillar” este pecado y, hasta hace poco, eran condenadas hasta las poluciones nocturnas. Los sacerdotes deben ser célibes (el padre Jolo tuvo que pedir la dispensa) y practicar la abstinencia total (incluida la masturbación). Tal como afirma Bantman, la Iglesia. Agrega que la herencia puritana quedó en evidencia cuando el mismo Clinton (con que cara!!) destituyó a su ministra de Salud, la pediatra Jocelyn Elders, por haber alabado públicamente los meritos de la masturbación y sugerir que se debía enseñar en los colegios e institutos. continua persiguiendo con toda su furia a contraventores y adeptos a cualquier clase de masturbación

Entonces, aún persisten resabios de las actitudes condenatorias de la doctrina judeo-cristiana y no hay que olvidar que el Estado se separa definitivamente de la Iglesia recién en el siglo XIX. Las consecuencias de las estructuras represivas del pensamiento sobre la sexualidad han sido magistralmente analizadas por Foucault. Si la masturbación se acompaña de sentimientos de inquietud, culpabilidad y desesperación, no puede ser disfrutada sinceramente y pasa a ser una experiencia agridulce. Esta forma de placer que debería estar exenta de cualquier ansiedad o conflicto emocional, continúa produciendo ambivalencia y los mitos brillan con su presencia. Esto queda reflejado en las preguntas con que se encontraron en el último Report del Instituto Kinsey (1990):

¿La masturbación produce granitos?

¿La masturbación es mala para la salud?

¿Afecta la masturbación la capacidad de convertirse en madre o padre?

¿Puede causar locura la masturbación?

¿Puede la masturbación agrandar el tamaño del pene de forma permanente?

¿Puede la masturbación reducir o acortar el pene de forma permanente?

¿Cambia la masturbación la forma o la curva del pene?

¿Altera la masturbación de manera permanente el tamaño, forma o color de cualquier zona de los genitales femeninos?

¿La masturbación causa alguna enfermedad?

¿La práctica de la masturbación durante la adolescencia reduce la capacidad de reaccionar sexualmente con un compañero más adelante?

¿Es normal masturbarse si se esta casado (a)?

¿Cuál es la frecuencia normal de masturbarse?

¿Cuál sería la frecuencia de una adicción a masturbarse?

Las dudas que se tienen en 2011 no son muy distintas a las mencionadas en las preguntas anteriores. En distintos sitios de internet, algunas de las preocupaciones actuales son:

¿Hay algo físicamente malo en masturbarse?

¿Soy un perdedor si me masturbo?

¿Puede ser demasiado?

¿Cuánto es lo normal?

¿Es normal sólo en púberes y adolescentes?

¿Pocos adultos lo hacen?

¿Sólo los hombres se masturban?

Suman y siguen: hace que crezcan pelos en la palma de la mano, es mala para la vista, produce acné, cáncer, causa enfermedades de transmisión sexual, se acabará el semen?. Esta última inquietud viene de la antigua creencia de que existía una cantidad finita de semen, así que no había que desperdiciarlo ni en la masturbación ni antes del matrimonio.

Una simpática anécdota muestra cómo nuestra prejuiciosa mente puede llegar a diagnosticar a un perrito macho que, en una estirada cena formal, se masturbó en la pierna de un caballero. Si hubiese sido un hombre humano, lo hubiesen etiquetado de onanista, gay, exhibicionista y fetichista. Pobre perrito!! No sabe lo enfermito que está, lo degenerado que es!!

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