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Actualmente se postula la existencia de muchas inteligencias diferentes, aunque se obvia que todas pertenecen a una de las tres tradicionales, aquellas consideradas como tipos más generales o básicos: la inteligencia intelectual, la emocional y la corporal o instintiva. En el Eneagrama corresponden a los tres Centros de Inteligencia que configuran los Tipos Mentales, Tipos Emocionales y Tipos Instintivos. En las neurociencias corresponden a cerebro triuno: Neo-mamífero (Neocorteza), Mamífero (Sistema Límbico) y Reptiliano (Primitivo o Básico) respectivamente.

El origen histórico de esta tipología clásica se remonta a la Antigua Grecia. Las expresiones populares en torno al alma, ya reflejaban la experiencia de distinguir ciertos fenómenos psíquicos aislados, para referirse a los cuales usaban términos tales como fuerza, potencia, facultad, juicio, voluntad. La psicología precientífica tuvo que admitir la divisibilidad sustancial del alma, para adecuarse a las ideas subyacentes en el lenguaje. Pitágoras fue uno de los primeros en plantear que el alma era divisible. Areteo elabora después la terminología que más tarde utiliza Platón en La República.

La clasificación platónica tripartita derivada del dualismo metafísico, supone que el alma posee tres funciones principales y que existen tres “clases” de individuos según cual de ellas domine:

Intelectual (mente, nous), gobierna el organismo psicológico, lo inteligible; proviene del conocimiento y domina en la cabeza como acrópolis del cuerpo; los individuos de este tipo son racionales y denodados (los Guardianes de La República)

Emocional (afectos irascibles, thymós), fuente de acción y de reacción al placer o dolor; sede de la virtud y del coraje; proviene del calor de la sangre y domina en el pecho; los individuos de este tipo son emotivos, voluntariosos y valerosos (los Guerreros)

Pasional o Apetitiva (deseos concupiscibles, epithumetikón), la parte sensitiva del alma que se controla con la templanza; proviene de las entrañas y domina en el vientre; los individuos de este tipo son sensuales, instintivos y productores prácticos (la masa).

En aquella época era común la localización corporal de las partes del alma. Demócrito localizaba la ira en el corazón, lo pensante en la cabeza y los deseos sensitivos en el hígado, tal como lo hace Plotino en la bilis.

Influenciada por un nuevo concepto de alma y en oposición a la idea de separación espacial, con Aristóteles la teoría de las partes del alma se transformó en doctrina de las facultades, manteniendo la unidad de la vida anímica: ninguna potencia puede actuar sin las otras. Más adelante, esta teoría aparece en Evagrio, en la Patrística y en San Agustín.

La obsesión medieval por las estructuras lleva a retomar la teoría de las partes del alma. La Escolástica, principalmente con Alberto Magno y su discípulo Aquino, adopta la división aristotélica. La contribución más relevante fue la de Santo Tomás, quien mantiene la unidad del alma – aunque con facultades diferentes – y termina de convertir las acciones o funciones psicológicas en procesos psíquicos.

Posteriormente, hubo aportes aislados como los de Paracelso y Juan Huarte, hasta llegar a la Moderna Teoría de las Facultades con autores del siglo XVI, XVII y XVIII, quienes mencionaban frecuentemente la idea de potencia, como Reid, Condillac y Wolff, el primero en utilizar el término facultad. Wolff se apoya en la división platónica y en la distinción de Leibnitz de las dos formas fundamentales de las mónadas para elaborar su teoría.

En contraste con lo fortuito de las concepciones asociacionistas, basadas únicamente en alguna suerte de cohesión dejada al azar, la psicología de las facultades considera un centro unificado – la mente. Esta clasificación se aceptó durante siglos, con modificaciones ocasionales en el número de facultades y en el nombre asignado. Con una creciente tendencia a favor de la razón, se extendió tanto en el siglo XVIII (con la contribución de filósofos alemanes populares como Sulzer, Mendelssohn y Tetens), y gran parte de la arquitectura kantiana depende de dicha teoría, destacando principalmente el intelecto de la voluntad.

A partir de Kant, la división tripartita más comúnmente usada fue la de las facultades cognoscitivas, afectivas y conativas. Al contrario de los wolffianos, este filósofo admite que el conocimiento, el sentimiento y el deseo tienen cada uno su propio origen, recalcando su carácter dinámico más que estático. En el siglo XIX, la Psicología Facultativa entra en crisis junto con la psicología aristotélica. A mediados de siglo se la abandona o se usa el vocablo facultad como nombre colectivo de una clase de actividad psíquica, pero con una clasificación alejada de la tradicional, como se observa en Brentano, en el behaviorismo y estructuralismo.

Algunos autores han manifestado que esta teoría ha sido malentendida y poco apreciada, siendo criticada mediante consideraciones experimentales y nominalistas modernas. Se la acusa de circularidad, al intentar explicar los procesos mentales individuales por medio de una facultad que no es más que una hipóstasis de aquellos procesos (vease Locke). Se asume que es difícil encontrar las huellas de la doctrina de las facultades en la psicología y en la filosofía contemporáneas. No obstante, se ha hecho notar que está aún presente en determinados casos.

En su forma más pura, permanece recluida dentro de la filosofía neoclásica. Por otro lado, algunos análisis filosóficos de las expresiones actuales del lenguaje corriente destacan el uso de los verbos pensarsentirdesear (y otros) para referirse a fenómenos psíquicos considerados diferentes. Pero por sobre todo, se la ha señalado como precursora del análisis factorial, de la posterior teoría de los rasgos y, especialmente, de los Tres Superfactores de Eysenck. Asimismo, se ha agregado que habría un cierto paralelismo con los módulos mentales postulados por la psicología cognitiva.

En este eterno retorno nietzschiano que es la vida, pareciera que nos estamos volviendo a encontrar con una misma teoría, aunque con otros nombres y con nuevos hallazgos que la respaldan. Gardner plantea el concepto de Inteligencias Múltiples (9 tipos igual que en el Eneagrama), Goleman recalca la facultad Emocional y Gladwell la Intuitiva. Por otra parte, ha vuelto a repuntar el interés por la Psicología Diferencial y por el Temperamento. Tal como lo expone Ferrater Mora, “la realidad está ordenada jerárquicamente, de tal suerte que los cortes lógicos efectuados sobre ella corresponden a su constitución ontológica”. Una totalidad puede dividirse en partes que no necesariamente separan sus relaciones del todo. Así que ciertos contenidos psíquicos, en cuanto pueden ser dispuestos en pequeñas gradaciones intermedias, forman grupos independientes y conforman partes de la psique total. En el mismo sentido, las tradiciones espirituales universales también suponen que “la naturaleza humana está dividida, en contra de sí misma y en contra de lo divino” (Riso y Hudson).

McLean

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