+569 5808 7763 / +569 2066 4735 - Badajoz 130 of. 1101, Las Condes, Santiago consulta@ceppas.cl

Helen Fisher (Universidad de Rutgers), antropóloga, académica e investigadora, es un referente obligado en foros internacionales por ser una experta mundial en la nueva ciencia del amor, es quien más se ha abocado a estudiar científicamente la biología de las relaciones de pareja. La autora recurre a las neurociencias para demostrar y defender sudefinición tripartita del amor postulando que, desde hace millones de años, los humanos, los mamíferos e incluso las aves, fueron desarrollando evolutivamente tres sistemas cerebrales de motivación-emoción relacionados con el apareamiento, emparejamiento y reproducción:

  • Lujuria o Atracción Sexual
  • Enamoramiento o Amor Romántico
  • Apego o Lazo Afectivo profundo propio de los vínculos perdurables

Según Fisher, estos tres impulsos, hondamente integrados en el cerebro humano, comparten una profunda raíz evolutiva y van a sobrevivir mientras sobrevivamos como especie, puesto que su balance controla la reproducción. En casi todas las especies mamíferas superiores, el cortejo se caracteriza por un despliegue de energía, persecución, prosecusión, protección y celos ante posibles rivales.

El impulso lujurioso habría evolucionado, desde un deseo sexual indiscriminado, hasta una atracción por alguien en particular de entre toda una gama de parejas potenciales. En efecto, el desarrollo del amor romántico, con su euforia, ansiedad y obsesividad, habría permitido enfocar toda la motivación de acoplamiento en un solo individuo a la vez, de forma tal de preservar tiempo y energía hasta que se produzca la gestación. Finalmente, la progresión hasta el apego habría sido necesaria para posibilitar que la pareja permaneciese junta al menos el tiempo suficiente como para criar a un hijo en equipo.

Desde esta perspectiva, el enamoramiento sería – en medio de toda una constelación de otros sentimientos – un mecanismo evolutivo para la perpetuación de la especie consistente en una compleja red de procesos bioquímicos que interactúan entre sí, influyendo sobre nosotros y sobre nuestro modo de relacionarnos. Se inicia en el cerebro, implicando la activación de glándulas, secreción de neurotransmisores y respuestas fisiológicas, todo con la finalidad de que podamos reproducirnos.

En el fondo, se trataría más bien de una motivación o meta-estado orientado a conquistar al ser amado y a mantener la relación, que de una condición emocional determinada. Si bien inicialmente predominan las regiones subcorticales del placer, posteriormente se activan la zona tegmental ventral (VTA) y el caudado del cuerpo dorsal, áreas correspondientes a los sistemas cerebrales que nos motivan a movernos para adquirir una recompensa.

En los últimos años, a través de estudios con resonancia magnética funcional, otros neurocientíficos también han concluido que, muchas de nuestras emociones básicas así como la manera en que nos desenvolvemos, son resultantes de la interacción entre distintos circuitos conformados por una constelación específica de conexiones neuronales que se asocian a un determinado repertorio conductual. Al igual que Fisher, sostienen que en la vida sexual y afectiva de una pareja se distinguirían tres fases progresivas consecutivas – aunque parcialmente sobrepuestas – cada una más compleja que la anterior, las cuales utilizan circuitos neuronales relativamente independientes, aunque interconectados de manera tal que interactúan entre sí y funcionan en forma conjunta.

Se podría hacer una matriz con cada etapa del amor, sus correspondientes manifestaciones específicas, sus mecanismos emocionales y su relación con determinadas sustancias químicas. Efectivamente, al principio de una potencial relación amorosa, la testosterona controla un apetito erótico indiscriminado; mas la acción de dicha hormona no es suficiente como para mantener el vínculo en el tiempo. La elección de una persona determinada, con su subsecuente involucramiento emocional – correspondiente a una segunda fase científicamente denominada “amor romántico” – se asocia a altos niveles de dopaminanorepinefrina y endorfinas, así como a bajos niveles de serotonina.

Al atraernos alguien específico, comenzamos a segregar feniletilamina, compuesto de la familia de las anfetaminas y precursora de la dopamina, desatándose sensaciones de euforia, pasión y ansiedad. Se ha puesto así en funcionamiento el primer sistema de loscentros del placer, el sistema apetitivo, que es donde se producen las sensaciones de anticipación gozosa. Cuando se ha practicado sexo satisfactorio, se produce lo que vulgarmente se conoce como el “subidón” de la dopamina, el cual lleva a querer repetir esa vivencia – ciclo «necesidad-acción-satisfacción» – sin que a nuestro organismo le importe demasiado la otra persona.

Ahora bien, si la experiencia ha sido particularmente placentera, la secreción deserotonina influye en que percibamos a ese individuo como alguien especial y comienza el enamoramiento propiamente tal. Por su parte, la dopamina se ha encargado de adormecer la objetividad, por lo que desarrollamos una cierta ceguera a los defectos del otro y vivimos el amor desde sistemas más complejos en los que la relación no depende de otras cualidades.

Como nuestro cuerpo no puede absorber cantidades ingentes de dopamina, al cabo de los meses deja de producirla, pero mientras ya ha entrado en juego la oxitocina, la que se libera en grandes cantidades durante el orgasmo. Esta llamada Hormona del Amor, responsable del sentimiento de apego, contribuye a estrechar los lazos en la pareja y torna afectivamente profunda la unión entre ellos.

Así, lentamente entramos en el estadio siguiente, cuando se ha puesto en funcionamiento el segundo sistema de los centros del placer, el de la saciedad. Con el paso del tiempo, ya calmados los deseos más apremiantes, los enamorados evolucionan hacia una relación más apacible y duradera. Cuando están junto al ser amado, especialmente después de hacer el amor, notan que disminuye el miedo y el estrés, aumenta el bienestar, la confianza, la seguridad y se va desarrollando una placentera sensación de pertenencia, todo gracias a la oxitocina y a la vasopresina.

En conclusión, la neurobiología ha avanzado hacia una definición tridimensional del amor, la cual vendría a corroborar, hasta cierto punto, la teoría de los tres componentes del amor de Robert Sternberg. La Pasión correspondería a la atracción sexual; la Intimidad al enamoramiento y el Compromiso al apego duradero.

También se podría efectuar un paralelo entre los tres circuitos cerebrales y los ancestrales tres componentes básicos de la psiquis humana, los que a su vez se corresponden con los tres centros de inteligencias del Eneagrama. Efectivamente, el primer circuito regulado por la testosterona se podría asociar con la función motora del actuar y con el centro instintivo; el segundo, regulado por la dopamina, con la función del sentir y con el centro emocional; y, el tercero, regulado por la oxitocina, estaría levemente asociado con lafunción del pensar y el centro mental.

Finalmente cabe mencionar que, si bien las relaciones de pareja responden hasta cierto punto a la ciencia, no debemos descuidar la significativa e inevitable influencia de factores psíquicos, afectivos, comunicacionales y culturales, todos los cuales interactúan entre sí, afectándonos a nosotros mismos así como a nuestro modo de relacionarnos con el ser amado.

Total Page Visits: 210 - Today Page Visits: 1
Shares
Share This
Conversemos
¿Cómo te podemos ayudar?
Hola!! Bienvenida/o a CEPPAS ¿Cómo te podemos ayudar?