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Los hijos tienden naturalmente a sentir que deben ponerse de parte de alguno de los padres. Esto ocurre no sólo en situaciones de separación; en toda familia existe lo que en terapia familiar llamamos alianzas y coaliciones familiares. Éstas no necesariamente van a ser alineaciones disfuncionales, sino que forman parte natural del desarrollo de toda familia.

Toda relación familiar es compleja, pues tal como existen muchas combinaciones de cualidades de relación entre hermanos y entre éstos y los padres, lo que puede ocurrir en una separación, es la exacerbación de estas alianzas previamente existentes. Sin embargo, más que preferencias o alianzas, podrían generarse una coparticipación de los hijos en contra de uno de los padres. Los hijos que han considerado que el padre que se va es una víctima de la madre, tienden a ser silenciosos o expresos “enemigos” del progenitor que se queda. Especialmente, los hijos mayores, muestran este fenómeno de forma abierta, lo que de una u otra manera comienza a establecer una dinámica de guerra, muchas veces en forma de desobediencia o franca rabia. Los hijos pueden llegar incluso a juzgar a sus propios padres. Y, son los padres quienes, de alguna manera, les dan este sitial.

Aquí es donde debemos poner atención a las lealtades que se comienzan a establecer. Hay que partir con el supuesto que van a expresarse de todas maneras, no importando la edad de los hijos.  Es parte de toda vida familiar el tomar parte en torno a los conflictos, por lo que, como siempre expresan los terapeutas familiares, es importante aceptarlos, visualizarlos y conversarlos, en vez de callarlos.

Los adultos tienden a sentir que es injusto que alguno de los hijos encuentre razón a la pena o quejas de la ex pareja, sin embargo, es importante no enganchar en esto, pues si dejamos que esto nos impacte, podríamos intentar “justificar” nuestros actos y dar mucha más información de la intimidad de la separación de la que es sano decir.

No hay razones “intelectuales” en esta decisión de los hijos de apoyar a un padre, sino razones “emocionales”. Ellos no saben lo que sucede, y menos saben lo que sentimos o sentíamos durante los meses o años de crisis de pareja; ni tampoco podrán entenderlo (pues forman parte de lo ocurrido). Nuestros hijos “creen” que deberían apoyarnos o defendernos, pues pareciera que los “necesitamos” en esta lucha. Pero nosotros, los adultos, sabemos que podemos enfrentar esta situación SIN ellos. Para recibir ayuda tenemos a la familia de origen o extensa, los amigos y los profesionales (desde consejeros hasta psiquiatras o psicólogos).

Generalmente, la lealtad de los hijos tiende a colocarse en el padre que sufre más expresamente. Aún cuando estemos muy mal, deprimidos o más gravemente afectados, los hijos no van a ser capaces de contenernos de la manera que necesitamos. Desde ahí, ellos tenderán a culpar al padre que se va o haya decidido la separación, pues sería quien “provoca este sufrimiento”. Y, nosotros los adultos, sabemos que esto no es así, la mayoría de las veces. En este caso, los hijos no sólo sufren porque ven a un padre vulnerable e incluso vitalmente frágil, sino además se quedan sin el otro, pues expresan su defensa y lealtad, como alejamiento y rechazo. Al fin del día, se quedan solos.

Puede ocurrir que uno de los padres sienta algún grado de culpa al estar deprimidos o mal, pues los hijos reaccionan naturalmente a esto; pero, esto no es así. Uno tiene derecho a estar mal, y a expresarlo, pero puede solicitar la ayuda pertinente y dejarlos expresamente fuera del propio dolor. Se puede expresar de esta manera: “Hijos, Uds. no pueden hacer nada”, “voy al psicólogo, no se preocupen que voy a estar bien”, aunque sean frases de la boca para afuera, son palabras que protegen.

Como diría alguien, el mundo donde los ex’s son capaces de hacerse cargo de sí mismos y dejar fuera a los hijos de una ruptura matrimonial, prácticamente no existe. Y, es verdad. Lo que muchas veces ocurre es que los hijos se ven atrapados en todo esto, a veces como verdaderas armas de guerra. La lealtades se hacen carne en abiertos ires y venires de la casa del padre a la de la madre o viceversa, traspasos de información de la vida privada de ambos, recriminaciones y alejamiento. Los padres, efectivamente, pueden usar a sus hijos como vehículo de su rabia, decepción o frustración, y además de muy diversas maneras. Cambiar horarios al antojo, no dar ninguna seguridad de donde van a estar o con quien, decirle a los hijos odiosamente que su ex es un “enfermo” o es “malo”, para que los hijos se alejen; no permitir la comunicación entre ellos, tratarlos de “traidores” si quieren ver al otro padre, alejarse de ellos si le muestran afecto, etc. Y, aunque hay veces que efectivamente un padre puede ser muy neurótico o algo peor, al final del camino, va a ser tarea de los hijos descubrirlo.

Chantajear o manipular a un ex es fácil. Sólo es necesario saber donde a ella o él le duele en lo referente a los hijos, amenazarla con develar o inventar algo que los vuelva en su contra, y así doblegar su voluntad. Aunque parezca horrible como lo expresamos, ocurre, y más de lo que creemos. Ahora, antes de continuar quisiéramos mostrar lo siguiente: si en algo nos importan nuestros hijos, su salud mental a largo plazo, hay que detenerse un momento. Hoy quizás parezca que no es nocivo, o que “naturalmente” esto puede ocurrir, sin embargo, el dolor mantenido en el tiempo puede modificar sus conductas, formas de ver la vida y las relaciones. Y, sin duda alguna, va a determinar la relación que van a tener con sus padres, como por ejemplo, pueden terminar rechazando al padre que chantajea. Todo se sabe en esta vida, todo dolor se expresa de una u otra manera. Cuando se habla livianamente que los hijos de padres separados  – por definición – tendrán problemas psicológicos a futuro, no estamos haciendo un juicio justo acerca de lo que realmente sucede. Son aquellos hijos “triangulados”, confundidos en esta guerra, alejados emocional o físicamente de uno de los padres los que “reclaman” en sus dificultades vitales el haber sido expuestos de esta forma tan dolorosa a un conflicto de adultos. Si no nos importa que esto ocurra más adelante con nuestros hijos, sólo porque tenemos rabia o frustración, podemos estar frente a un problema personal mayor. Y, a esto hay que poner atención, seas el afectado o quien observa a un cercano en esta conducta. Los padres separados que han logrado mantener al margen a los hijos en el proceso de separación, los han cuidado evitando darles información, etc., en general, observan como sus hijos pueden adaptarse más fácilmente a los cambios, sin posteriores consecuencias conductuales y/o emocionales. A pesar de que no han podido evitarles el dolor fundamental: no poder tenerlos juntos.

Estar en esta confusión también puede llevar al desarrollo de ciertas conductas en torno a los padres. La llamada “manipulación” de los hijos no es un mero aprovechamiento de la situación, es mucho más que eso. Devela un malestar mayor, una necesidad de recuperar el control de la propia vida cuando no hay nadie quien contenga o proteja. Esta forma de mirar surge de la experiencia clínica, donde en ciertos casos ha resultado de esta manera; es una forma de ver y no de culpar en forma facilista. Es común escuchar en estos hijos (los que son armas o parte de la guerra de sus padres) lo desprotegidos que se sienten. Sus padres se han debilitado, se vuelven reactivos a las agresiones y se olvidan de aquello que es por “el bien de ellos”, se enfrascan en sus propias miserias, y por lo tanto, parecen padres ausentes. Y, alguien debe tomar el control, decir algo. Tal cual como ven manipulaciones, ellos, desde sus propias vivencias como parte de este puzzle, actúan en consonancia para reordenar el mundo a su manera, de forma egocéntrica, quizás, manipulando.

Este llamado de atención es para todos, desde una responsabilidad parental y social. Sin embargo, en esto quisiéramos ser enfáticos: los padres no son culpables, pero sí responsables.

Para esta pareja de padres, lidiar con el propio dolor y todos los costos de una separación puede parecer demasiado como para tener la suficiente energía para enfrentar todo lo demás. Es cierto, es muchísimo. Pero, nunca olviden, Uds. son los ADULTOS en esta historia y siempre va a ser posible pedir ayuda a otro adulto.

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