Ya no tengo nada que entender
Ya no tengo nada que cubrir
Estoy perdiendo ese miedo de perder
Estoy perdiendo ese miedo de sentir
No hay sueño que no tenga su dolor
No hay confianza que no pierda su sabor
No me importa lo que me toca vivir
Estoy conmigo
(Nada que perder, Alvaro Godoy)
Una vez un periodista le pregunto a un juez si estaba siendo presionado por el gobierno. No-le respondió el juez sin dudarlo-yo no soy presionable.
La distinción que hizo el juez siempre me pareció muy lúcida, pues define la presión como un fenómeno que le ocurre sólo al que se siente presionado. El aclaro a la prensa que efectivamente lo llamaron diversas autoridades respecto del caso emblemático que él estaba llevando, pero que aquello no afectaba en nada sus decisiones. No soy presionable, repitió.
Por esas casualidades de la vida-que nunca lo son tanto-me ha tocado abordar el tema del abuso y la presión en mis sesiones de coaching. Es un tema recurrente en el trabajo y en casa, que las personas están agotadas, enrabiadas y se sienten abusadas por sus jefes, por sus parejas y hasta por sus colaboradores (¡si, también por sus subalternos!) La pregunta que les hago es simple:
¿Por qué se dejan abusar?
El abuso al igual que la presión no es algo que hace el otro, es algo que sentimos nosotros cuando creemos que estamos obligados a hacer algo que no queremos hacer. Por lo mismo, nos sentimos abusados cuando creemos que es el otro el que nos hizo hacer aquello no queríamos. En realidad, somos nosotros lo que nos sentimos presionados o nos creemos abusados. Lo anterior puede suceder a raíz de lo que el otro hizo o dejo de hacer, pero no es el otro el causante de mi presión, es mi propio sentido de obligación la causa directa.
Algo muy parecido sucede cuando nos sentimos agotados o dolidos. Nunca puede ser el otro la causa directa de nuestro cansancio, necesariamente es producto de algo que nosotros hacemos en exceso. Nuestro agotamiento no puede ser si no causado por nuestra acción. Y dolor, al igual que en sentimiento de abuso, no es más que el resultado de exponernos permanentemente a situaciones que exceden nuestra energía y capacidad de recuperación y que interpretamos que el otro nos infringe. (Ver: http://coaching.bligoo.com/que-nos-agota-y-nos-duele)
¿Puede alguien obligarnos a hacer algo?
Humberto Maturana- el célebre biólogo chileno- les probó a sus alumnos que nadie puede obligar a nadie a hacer nada. Simulo tener una pistola en su mano y los invito a vivir la situación como real. Apunto en la cabeza de un alumno y le dijo que se desnudara. Todos se rieron y por supuesto el alumno no lo hizo. Entonces Maturana les dijo que aunque la pistola fuera real, ellos igualmente podrían negarse a desnudarse y afrontar las consecuencias (1).
Todos tenemos la libertad de elegir nuestra conducta, de modo que lo que hacemos es siempre lo que preferimos hacer. La esposa puede dejar de ordenarles sus cosas a sus hijos y su marido y aceptar que la casa estará más desordenada, porque prefiere dejar de sentirse víctima de su familia. El marido puede acompañar a su esposa donde sus padres aunque a veces se aburra, porque prefiere verla feliz. Usted puede cambiarse de trabajo porque prefiere tener menos dinero pero más tiempo libre y no sentirse abusado por su jefe. Lo que no sería justo es preferir algo y después culpar al otro de nuestra preferencia.
De alguna manera somos responsables de nuestra sensación de abuso porque somos libres de negarnos a hacer aquello que no queremos. Entonces, ¿Quién es el que permite el abuso? Si nos dejamos presionar, si hacemos aquello que nos parece abusivo ¿Quién es el abusador finalmente?
El comienzo de la libertad-y de eso trata en buena medida el coaching- requiere hacernos cargo de lo que elegimos, de aquello que a cada momento preferimos, para dejar de culpar a los demás de nuestras penurias, para dejar de sentirnos víctimas y ser agendados por los otros. Para dejar de tener miedo del todo el poder que tenemos en nuestras manos.
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(1) Maturana probó biológicamente que los seres vivos nunca son determinados por el medio ambiente, es decir, por los estímulos externos. Nuestro sistema nervioso es cerrado y por lo tanto lo que nos ocurre tiene que ver con la estructura de nuestro sistema nervioso y no con el estímulo externo: “En el sistema nervioso del organismo, el mundo exterior solo puede gatillar cambios que son determinados por la estructura del sistema nervioso” (Del ser al hacer, Maturana/Pörksen pag 74). En el caso que hablamos, el otro sólo puede presionar aquello que es presionable, o dicho de otro modo, sólo puede gatillar nuestra propia exigencia interna, nuestro miedo o nuestra preferencia.
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