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En términos muy generales, la disociación amor-sexo consiste en la dificultad de amar y desear simultáneamente a la misma persona. Algunas de las formas más severas que puede adoptar esta disociación y que conlleva una especie de incapacidad de amar, es el Donjuanismo y el Síndrome de Casanova. Aunque se tienden a usar ambos términos como sinónimos, no son tales. No solamente porque se derivan de orígenes diferentes, sino porque ambos conceptos apuntan a actitudes de fondo muy distintas. Mientras que Don Juan Tenorio es una creación literaria de Tirso de Molina (1630) que, dos siglos después Zorrilla transformó en una exitosa obra de teatro (1886); Giacomo Casanova (1721-1798) fue un ser real cuyas aventuras transcurrieron principalmente en Venecia, tal como las describió en su extensa autobiografía.

Philippe Soller (2010) afirma que Don Juan es el volcán y Casanova es el jardín. El de Don Juan parece surgir en el ambiente rígido y severo que caracterizaba a la española de su época, una sociedad estricta y sexualmente reprimida, como si él viniese a proclamar su filosofía de humillar la virtud y desbaratar todo amor y matrimonio. Lo que le interesa es su  sobre la probidad femenina. Está bastante orgulloso de sus habilidades con las mujeres. Vive para comprobar que es un  viril, atractivo, importante; busca el  y el reconocimiento de los demás. Pero, en el fondo se infravalora, es inseguro o un tímido sobrecompensado (Romi, 2004). No es selectivo con la mujer que desea poseer, todas le son iguales. No la quiere, sino que ésta se convierte en un mero objeto para incrementar su autoestima. Para él representa un objeto o trofeo de caza, a la que no pretende ni amar ni darle placer, sino que someter para calmar momentáneamente su sed insaciable de poder. Más que conquistar, se adueña sin seducir ni preguntar; no le importan las tácticas ni engaños de los que se vale para lograrlo. Las falsas promesas y las trágicas despedidas, muchas veces inmersas en un clima violento y agresivo, son parte de lo que le produce placer. Busca sin detenerse, goza con aventuras sucesivas y procura lo instantáneo; donde lo importante es conquistar al mayor número posible para sentirse irresistible. Una vez que ha logrado su objetivo, se retira pues ha conseguido lo que quería. Según Romi (2004), en muchas ocasiones la conquista no va acompañada de actividad sexual genital (no tiene imposición libidinal), por lo que no estaría representando el paradigma de la virilidad. Dentro del Eneagrama podría corresponder a un 8 malsano.

En tanto que la filosofía de Giacomo Casanova se centra en la importancia de saber vivir, gozar de todos los placeres corporales de la vida, tener el dinero para conseguir lo que ansía y conservar siempre su libertad. La mujer le simboliza una de sus mayores fuentes de placer, pero tanto al recibirlo como al darlo. A diferencia del Don Juan, Casanova consideraba que las conquistas se guiaban por la ética del engaño recíproco. Era selectivo, apreciaba, distinguía, valorizaba y se dejaba encantar por una mujer en particular. La seducía sensualmente, se enamoraba, procedía con alegría, delicadeza y generosidad con ellas, amaba al género femenino y carecía de las intenciones destructivas de don Juan. Buscaba compulsivamente las aventuras eróticas, pero no la humillación del sexo contrario. Las mujeres que se relacionaron con Giacomo añoraban esa aventura que les había otorgado gran placer. De acuerdo con Romi (2004), el casanovismo por definición corresponde a varones hipereróticos, que gozan en dejar contentas a sus mujeres y no ?enamoradas abandonadas? como el Don Juan. El subtítulo de la biografía de Casanova escrita por Lydia Flem (1998) lo deja muy claro: Casanova: el hombre que de verdad amaba a las mujeres. Correspondería a un 7 malsano del Eneagrama.

En el lenguaje cotidiano, los vocablos Donjuán o Casanova se usan para denotar a un tipo de hombre en sempiterna conquista de mujeres para vivir con ellas aventuras pasajeras. Generalmente no pretenden entablar una relación afectiva honesta y duradera, ya que una vez que ha logrado la conquista, el interés desaparece. El mito dice que padecen de un apetito sexual insaciable que sólo puede ser satisfecho a través de siempre nuevas féminas y que consideran el sexo casi como si fuese un deporte cuantitativo. En psiquiatría se suele utilizar el término Donjuanismo como sinónimo de hipersexualidad masculina. Por su parte, los freudianos dirían que el complejo de Don Juan (homólogo del complejo de Brunilda) refleja un complejo de Edipo mal resuelto (llamado también Complejo Materno), el cual se manifiesta como una búsqueda frenética de la mujer ideal. Los psicoanalistas utilizan el concepto de complejo materno para designar el problema de ciertos hombres cuya fijación sexual o libidinal sigue puesta inconscientemente en la madre. Generalmente muestran actitudes que cabría esperar en un adolescente, acompañadas de una excesiva dependencia de la madre. Se busca a la madre en toda relación, pero cuando la conquista pierde el interés y reanuda la búsqueda de la mujer perfecta, es decir, la Madre. Los psicoanalistas catalogan a los casanovas como fálicos narcisistas que presentan gran dificultad para entregarse realmente en sus relaciones afectivas.

Trachtenberg les dedicó un libro «El complejo de Casanova» (1989), donde los define como «seductores compulsivos» con una larga historia de encuentros de una sola noche, romances de los que continuamente huyen y matrimonios fracasados. Crónicamente infieles y muchas veces adictos a actividades evasivas, se la pasan buscando emociones que le den sentido a su vida. Tienen una visión inconsciente de las mujeres como instrumento para su placer personal y para la gratificación de su ego. Son casi todas intercambiables y se dividen entre las que persiguen y aquellas de las que huyen. Cuando los hombres con dichos síndromes se casan, suelen hacerlo con una mujer que consideran muy atractiva y a la que ven como un trofeo, pero por quien sienten muy poco deseo sexual. Por ello pueden confundirse con el DSH selectivo relacional.

No obstante, de acuerdo con nuestra experiencia clínica, se están dando o están consultando cada vez menos. En la última década no hemos atendido ningún caso en que la falta de deseo tenga a la base ninguno de estos dos tipos de síndromes. De acuerdo con Matesanz (2003), otra variación consistiría en hombres que casi no tienen vida sexual con su esposa, pero recurren a profesionales del sexo o a mujeres con quienes no necesita esforzarse mucho para conquistarlas, es decir, donde el éxito del galanteo está asegurado. Según el autor, muchas veces se trata de hombres tímidos e inseguros, que han tenido experiencias pasadas frustrantes. Ese mismo hombre puede funcionar muy bien en un encuentro sexual casual, donde no hay mayores consecuencias si fracasa y, por tanto, no hay ansiedad. Aunque más raramente, la pérdida del deseo sexual se produce solamente en las situaciones predecibles, pero no en los actos espontáneos.

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