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Las disfunciones sexuales se pueden definir operacionalmente como problemas recurrentes y persistentes, presentes en una o más fases del ciclo de la respuesta sexual humana y que ocasionan sensación de malestar o sufrimiento. Generalmente se delimitan evaluando promedios estadísticos y tomando en cuenta su efecto sobre la persona afectada y sobre la relación de pareja.

Tradicionalmente la respuesta sexual humana ha sido dividida, con fines prácticos, en fases. Masters y Johnson delimitaron cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución. No obstante, el modelo más usado hoy en día es el trifásico de Helen S. Kaplan: deseo, excitación y orgasmo. El desorden conocido actualmente como Deseo Sexual Hipoactivo (DSH) es una disfunción sexual que se enmarca dentro de la Fase I del modelo de Kaplan.

La primera fase se iniciaría previamente al contacto sexual propiamente tal, ante algún estímulo adecuado. Consiste en un apetito o impulso producido por la activación de centros cerebrales que son específicos para tal fin y que normalmente, no habiendo interferencias o inhibiciones, ponen en marcha la respuesta sexual.

La libido varía no solamente de una persona a otra – probablemente siguiendo una curva de distribución normal – sino que en una misma persona cambia a lo largo del tiempo en función de la edad, del estado psicológico y físico, de la etapa de vida en que se encuentra, del nivel de atracción por la pareja, de la etapa de la relación, de los conflictos de pareja y de la presencia o ausencia de disfunciones sexuales.

Cuando existe alguna alteración de la Fase I, los síndromes pueden ser los siguientes:

1.- Deseo sexual hipoactivo (o inhibido), hipoerosias o hipolibidinosis

2.- Deseo sexual hiperactivo (o adicción compulsiva sexual),Hipersexualidad, hiperlibidinosis o erotomanía (satiriasis o don-juanismo/ninfomanía o mesalinismo

3.- Aversión al sexo, alibidinosis o sexofobia

Los criterios diagnósticos específicos para el Deseo Sexual Hipoactivo son:

Criterio A: ausencia o declinación del deseo de actividad sexual y de las fantasías sexuales, de forma persistente y recurrente.

Criterio B: inhibición que provoca marcado malestar y dificulta las relaciones interpersonales

Criterio C: esta inhibición no se explica mejor por la presencia de otro trastorno del Eje I (excepto otra disfunción sexual) y no se debe exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una sustancia, drogas o fármacos, o a una enfermedad médica.

En otras palabras, el DSH puede ser descrito como una inhibición persistente de la libido que bloquea la apetencia sexual, ocasionando que las relaciones sexuales disminuyan considerablemente o que desaparezca.

Si recurrimos al criterio de normalidad estadística, sin diferenciar por edad ni por duración de la relación de pareja, los estudios han mostrado consistentemente una frecuencia de relaciones sexuales – en nuestra sociedad occidental – de 2 a 3 veces por semana con un promedio anual de 103 coitos. Como el rango de variabilidad es muy amplio, los investigadores prefieren trabajar con los conceptos de frecuencias altas, medias y bajas. Para definir los casos de DSH generalmente se señala un estándar de menos de 20 relaciones sexuales al año y se consideran “parejas blancas” o  “Matrimonios sin Sexo” propiamente tales si se producen menos de 10 veces al año.

En cuanto a los tipos de DSH en el hombre – aunque en términos netamente teóricos puedan existir más categorías – típicamente se suelen diagnosticar tres subtipos:

1.- Primario o de toda la vida/generalizado o global: criterio de temporalidad que hace referencia al momento de inicio de la disfunción. El hombre afectado tiene y ha tenido siempre desde la pubertad escaso o nulo deseo de estimulación sexual (ya sea con una pareja o solo). En general se trata de personas que prácticamente no piensan en el sexo de modo placentero, evitan las relaciones sexuales no porque les produzcan ansiedad o rechazo, sino por falta de interés. El funcionamiento sexual suele ser deficiente, tanto en lo que respecta a la fase de excitación como a la del orgasmo.

2.- Secundario o adquirido/generalizado o global: en este caso, el síntoma se presenta en toda situación sexual. El hombre afectado estuvo previamente interesado en el sexo y sintió deseo sexual por su pareja actual, pero ahora no manifiesta motivación por ningún tipo de actividad sexual, ni solo ni con otras mujeres.

3.- Secundario o adquirido/parcial o situacional, selectivo solo con su pareja estable: es parcial o situacional si el síntoma no se presenta en toda circunstancia (p.e. no aparece en la masturbación pero sí con la pareja); es selectivo si se presenta solo con una pareja en particular y no con otras. El hombre afectado estuvo previamente interesado sexualmente por su pareja actual, pero ahora el deseo por ella es muy escaso o nulo; no obstante, se masturba o presenta deseo sexual por otras mujeres (lo practique o no). Un síndrome especial es el que se conoce como el de La Dona y la Putana: este hombre se entusiasma sexualmente (con o sin actividad concreta), pero solamente con aquellas mujeres con las que no consideran posible una relación con intimidad emocional. Su mujer, con la cual existe una cercanía íntima y afectiva, ya no le despierta interés sexual.

En este punto cabe agregar otra diferenciación:

Presencia de deseo sexual espontáneo: la persona siente deseo sexual sin requerir una determinada estimulación previa.

Deseo responsivo o reactivo: la persona no presenta un deseo activo o espontáneo de sexo, pero puede responder eróticamente bien y funcionar sexualmente en forma normal en contextos donde hay estimulación previa adecuada.

En conclusión, los trastornos de bajo deseo sexual en el hombre no representan una entidad única sino que reflejan una heterogeneidad que constituye la trayectoria final común a diversos desórdenes, cuyos orígenes cubren el espectro desde lo psicosociocultural a lo biológico. Aunque en algunas ocasiones puede ser difícil distinguir entre estos subtipos, no necesariamente presentan una misma etiología. A veces las hipótesis causales se derivan de evidencia empírica, pero en muchos casos se basan solamente en observaciones clínicas. En muchos casos, las causas del DSH son simplemente desconocidas.

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