Mauricio está molesto con Catarina. El sostiene que ella tiene un “problema”, que no puede ser normal que ella “casi nunca” tenga ganas o, sino, significaría que ella lo rechaza sexualmente “sólo para llevarle la contra”. Catarina, por su parte, insiste en que su deseo es normal y que no porque no quiera hacer el amor tantas veces como él quisiera, ella estaría “enferma”. Por él, lo haría todos los días, especialmente en las mañanas antes de levantarse para ir a trabajar. Para ella está bien un “rapidito” de vez en cuando, pero su mejor momento son los fines de semana a la hora de la siesta. Este caso nos recordó la escena de una película de Woody Allen, en la que el hombre decía que “no hacemos el amor casi nunca, solo tres veces por semana” y ella retrucaba que “pero si hacemos el amor casi todos los días, cuatro veces por semana”.
Una de las formas más comunes en que se evidencian los problemas de deseo sexual dentro de una pareja y que ellos pueden confundir con alguna patología del deseo sexual son las discrepancias respecto a la frecuencia con que querrían tener relaciones sexuales. Dichas discrepancias no aparecen en los manuales, no son categorizadas como un “desorden” y los autores suelen usar indistintamente como sinónimos, los términosdisritmia y discronexias para referirse a estos desacuerdos. Nosotros optamos por hacer una distinción entre ambos conceptos.
Preferimos el vocablo disritmia para subrayar, tal como su nombre lo indica, que las diferencias presentes implican pautas rítmicas disímiles en los niveles de apetencia sexual y también al contexto en que ocurren, por ejemplo, la hora, los días y otras condiciones en las que cada uno prefiera tener relaciones sexuales. Al igual que si a uno le gusta hacer el amor por la mañana y otro por la noche, uno puede desearlas con más frecuencia que el otro. En estos casos, entonces, no se trataría de distintos niveles de deseo sexual, sino que no coinciden en sus ritmos. En tanto que usamos la denominación de discronexia para referirnos a aquellas situaciones en que un miembro de la pareja regularmente parece “necesitar” una mayor o menor frecuencia de relaciones sexuales. Dentro de esta misma línea, Weeks (2005) propone el término asincronía sexual para aquellas parejas que repetidamente no coinciden en el tener ganas al mismo tiempo.
Todas estas discrepancias pueden llevar a que la pareja se acuse mutuamente de “enfermo” (por defecto o por exceso). Lo más probable en estos casos es que a ambos sí les interese el sexo y que ninguno presente niveles patológicamente bajos de deseo sexual, sino que uno de ellos tiene más ganas que el otro. En otras palabras, ellos se encuentran ubicados en polos opuestos del continuum del deseo sexual normal: uno en el “normal alto” (deseo sexual alto, buena respuesta sexual y búsqueda de estímulos sexuales) y el otro en el “normal bajo” (buena respuesta sexual, presencia de fantasías sexuales aunque menos frecuentes, escaso deseo sexual espontáneo, por lo que no toma la iniciativa, pero sí existe deseo sexual receptivo).
De acuerdo con Maurice y Bowman (1999), hay casos en que una persona acusa a su pareja de sufrir de deseo sexual inhibido cuando lo que puede pasar es que ella tenga un deseo sexual hiperactivo y ser muy exigente sexualmente. Pero también se dan situaciones en que el afectado con DSH, en vez de reconocerlo como un síntoma, posiblemente niegue que tenga un problema y lo explica con que su pareja pide demasiado.
En la realidad, sobre todo en la cotidianidad que sobreviene a los años de relación, muy raramente ocurre que ambos presenten el mismo grado de deseo sexual. Esta es más bien una regla que una excepción. Un aspecto importante son las diferencias en el funcionamiento sexual entre el hombre y la mujer. Mientras ellos tienen más ganas en las mañanas debido a que su tasa de testosterona aumenta un 30% a esa hora, ellas están aún medio dormidas o preocupadas de que se les va a hacer tarde. Las mujeres necesitan sentirse relajadas para poder concentrarse. Para algunas la mejor hora es en la noche, cuando los niños ya están durmiendo. Los biorritmos también son distintos según la época del año. En los hombres aumenta más el deseo a principio del verano, en tanto que en las mujeres sucede al llegar la primavera, ya que en ése período se incrementa el nivel de estrógenos.
Así que, en efecto, difícilmente los dos miembros de la pareja tendrán el mismo nivel de deseo sexual y cualquiera de ellos puede pasar por etapas de menor interés, lo que no significa que esté sufriendo de ningún trastorno. Recordemos que no existe lo “normal” o anormal sino lo satisfactorio o no para cada persona o pareja. Algunos autores proponen que las discronexias sexuales forman parte de otra fase de la RSH, la de la Satisfacción.
Pero, además, es muy difícil que en la agitada vida actual de los “ejecutivos de película que corren tras el éxito”, como diría Serrat, ambos miembros de la pareja tengan al mismo tiempo ganas de tener relaciones sexuales. Si además se trata de una familia con 3 hijos, que viven con alguno de los padres que quedó viudo y con una Nana puertas adentro, la situación es mucho más complicada. Como nos decía un paciente con gran sentido del humor, “nosotros no hacemos el amor cuando tenemos ganas, sino cuando podemos, aunque no tengamos ganas”. Lo cual demuestra que se puede muy bien iniciar una relación sexual sin que se haya hecho presente previamente el deseo espontáneo, que gracias a las caricias y los besos el deseo reactivo se despertará de forma natural.
Las diferencias en los niveles de deseo sexual pueden provocar malos entendidos y conflictos en la pareja, incluso antes se las atribuía a “incompatibilidad de caracteres”. Cuando a uno de ellos no le apetece, el otro se siente rechazado, no querido o poco deseado. En algunos casos este tipo de desacuerdos tienen mucho en común con otras dificultades que manifiesta la pareja, tal como la educación de los hijos, cuánto gastar en vacaciones, etc. Levine (2010) postula que la etiología detrás son las conflictivas interpersonales. El deseo sexual variará a lo largo de la historia de la pareja dependiendo de varios factores, siendo las variables contextuales las más importantes.
A veces los matrimonios que llegan a consultar por estas discrepancias se han enfocado en este problema sexual como una manera de ocultar otro tipo de tensiones, en el sentido que no están preparados para lidiar con conflictos más profundos. En estos casos el historial de la relación evidenciará que en algún momento se produjo un marcado cambio en el interés sexual de alguno de ellos. Por el contrario, si la historia de la discrepancia se remonta a los primeros tiempos de la relación, Maurice (1999) indica que el clínico debe preguntarse por qué esas dos personas han sido incapaces de lograr aquello que la mayoría de las parejas consiguen. Es decir, generalmente las parejas se van adaptando mediante la aceptación y/o la negociación a un cierto ritmo de frecuencia que les acomoda relativamente a los dos. Responder esta interrogante es fundamental para la terapia.
Me encantó el articulo, llevaba mucho tiempo buscando en internet un análisis así de bueno. Yo pensaba que yo tenía el problema y que debía empezar a medicarme para bajar mi libido y así quedar más en el mismo nivel que mi pareja.
Ahora gracias a esto hemos conversado y llegado a la conclusión de que yo debo aceptar que hay momento en los cuales ella simplemente no tiene ganas porque le afecta mucho el lugar en donde se hace por un tema de privacidad y que ella intentará ceder cuando yo tengo ganas y ella esta como más neutra.