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¡Bienvenido Verano! Hace rato te esperábamos. Estamos contentos por que sube la temperatura y añoramos descansar o pasar un buen momento en el campo, frente al mar, en cualquier lugar, menos aquel que asociamos al trabajo.

Sin embargo, suele pasar que, en época de fiestas o a final de año, las problemáticas de pareja se exacerban. Ya sea por el cansancio de llevar a cuestas problemas que se arrastran hace mucho tiempo, la emocionalidad intensificada por las celebraciones familiares, o por diversos sucesos que las agravan, qué terminamos el año en medio de una crisis de pareja. Sin embargo, muchos podríamos tener los planes familiares para las vacaciones organizados con mucha antelación. ¿Qué hacer cuando estás en medio de una crisis y quieres (debes) igualmente salir de vacaciones?

Para poder decidir qué hacer, hay que tener en cuenta muchos factores, que intentaré resumir en este breve artículo.

Primero, tenemos que preguntarnos ¿qué tan grave es la situación de pareja en estos momentos? Evidentemente nos podemos encontrar con que nuestra contraparte discrepe con nuestra apreciación. Es decir, uno lo ve como algo grave, y el otro no tanto. E incluso, creamos que las vacaciones pueden ser una buena instancia para arreglar todos los problemas. Siendo muy directo en este menester, en general, las vacaciones no ayudan mucho a resolver las crisis de pareja. A veces, según la enfrenten, puede transformarla en un problema mayor .

Si al menos uno de los dos considera que es grave, hay que quedarse con esta apreciación, ya que si el otro tiende a minimizar esta urgencia, puede causar mayor molestia. Es importante agregar que si esta crisis obedece a un problema puntual donde nunca se ha hablado de una posible separación, estamos ante un escenario menos complejo. Es un problema importante, sí; pero no amenaza la relación. Para este caso es muy sugerible negociar muy claramente donde van de vacaciones, si es que no lo han hecho antes. No lo que ella quiere, ni lo que él quiere, sino una tercera alternativa “neutra”. Esto evita que este tema sea material para continuar enojados (recuerden que en una crisis lo que abunda es la rabia en uno o ambos y cualquier tópico puede ser excusa para seguir enojados). Nunca está demás decir que es importantísimo no involucrar a los hijos en esta negociación.

Siempre es tentador intentar crear una atmosfera romántica cuando se está de vacaciones, justamente para tratar de limar asperezas. Quizás, esperando que mágicamente este ambiente les ayude a “reenamorarse”. Sin embargo, si el otro no está en la misma disposición emocional, puede ser contraproducente. Muchas parejas cuentan que en estas circunstancias tienen que funcionar “como si” estuvieran bien, especialmente para que los hijos no se sientan afectados. Este “como si” es visto como un esfuerzo en contener el malestar, generando en realidad, emociones negativas que, posiblemente, estén controladas consciente o inconscientemente. Con esto, difícilmente es posible tener una disposición amorosa. Por esto es que las vacaciones no debiesen ser usadas para resolver el problema, o conversar acerca de éste, sino más bien considerarlas como un espacio de tregua, explícita y clara. Pueden incluso comprometerse a seguir las conversaciones a la vuelta.

Sin embargo, hay crisis que revisten mayor gravedad, especialmente cuando se ha hablado de separación. Si las discusiones entre ambos han llevado a descalificaciones u otras conductas agresivas y, aún así quieren ir juntos de vacaciones, hay que considerar otras alternativas.

En general, es sugerible en estas circunstancias ponerse de acuerdo para mantener cierta independencia. La consigna detrás de esta alternativa es: “las vacaciones son para pasarlo bien”. Una de las pocas maneras para cambiar las emociones en ambos es dejar de poner tanta atención en el problema, dejar que el malestar decante. La idea es no forzarse a pasar todo el tiempo juntos, sino organizar espacios a solas, repartir responsabilidades, tiempo con los hijos, e incluso ver si les acomoda dormir en piezas separadas. No sólo es una oportunidad de acercamiento a los hijos, sino una aceptación explícita de la crisis, sus propios estados emocionales y el genuino derecho a disfrutar de sus vacaciones sin culpa.

Finalmente, es necesario comentar acerca de las situaciones de crisis donde hay mucha rabia entre ambos, o que hayan tenido experiencias previas de separación. Esto hace muy difícil la pura idea de convivir en esas circunstancias. Muchas veces hay que considerar la posibilidad de salir de vacaciones por separado. Esto se puede lograr negociando la manera más justa de hacerlo, considerando espacios equitativos de cuidado de los hijos. En general, es importante comunicar esta decisión a los hijos sin alarmarlos, pues aún no se han separado.

Lo más importante de las vacaciones es acotar su objetivo. No va a traer cambios mágicos, ni va a suavizar nuestros problemas. Vacacionar tiene el simple objetivo de ser un espacio de descanso y buenos momentos. Aún en crisis, podemos pasarla bien, así que, a hacer las maletas y ¡buen viaje!

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